Crónica de Navachiste 2012
Voy a contarte cómo es que
conocí Navachiste (necesito aflojar los dedos). Mi amiga Rita Gironès
me pidió que buscara en la red un encuentro de escritores para reunirnos y contar nuestras aventuras, tú sabes, como las
mujeres solemos sentarnos, una frente a la otra, tratando de componer la nada.
Vi que estaba el Encuentro Internacional de las Artes Navachiste y empecé
contactarme con algunas personas, entre ellas un tipo llamado Ricardo Baldor. La cuestión es que le caí
mal, por algo que más tarde relato. Entonces vi que en la página había unos
números telefónicos y que ahí podrían informarme mejor. Tuve la fortuna de que Juan David Cortés
me atendiera. Luego, él me dijo que su mami regresaba más tarde y con ella
podría charlar sobre el evento. La mamá de Juan David, Celia, fue muy linda
conmigo, se rió cuando le pregunté si en Navachiste había hotel. Ella, se
carcajeó porque en dicho lugar no hay ni agua potable, ni luz, solo arena, unos
sanitarios y monte, mucho huizache, y flora de lugares desérticos. Ah, también
cuentan con baños (una cubeta de agua de veinte litros, por persona). Bueno, mi
cabello es rizado, no afro, pero ondulado, total que, sin luz y sin agua, todos
empezaron a desanimarme cuando les dije que iría a Navachiste, Gaby Esquer
dijo algo así como que; soy rata de ciudad y no iba a aguantar. Rocka Urías
con todo y sus reservas, dio a entender que el lugar no era para mí. El maestro Luis Martin López
Sahagún agregó muy buenas recomendaciones, sin
ellas, no habría sobrevivido: “Elia, lleva ropa de manga larga, filtro
solar, loción para los moscos, sombrero, no pongas el colchón sin antes no ver
si no hay alguna espina que lo rompa, cierra bien, afuera hay muchos bichos y
no vaya a ser que te muerda uno”. Fui a Sam´s y compré mi casa de campaña, tres
metros, por tres metros y uno setenta y cinco de altura, baterías, lámpara. Al final, Rita no pudo acompañarme y yo,
con tanta compra no iba a dejar a una
casa de campaña esperando. Llevé tres maletas, en una puse cobijas, sábanas,
edredones, toallas, muchas toallas, en otra, mi ropa ya planchada, y en la
última, empaqué la casa de campaña, lámpara, bomba para inflar el colchón (que
luego le presté a todo el campamento), el mismo colchón, un sahumerio, velas, aceite aromático, y dos
pares de sandalias. También llevé una mesita para poner las cremas, pinturas,
pan, agua. De Navojoa me fui a Guasave y
de Guasave a Navachiste.
Tengo que decir que, viajaba en mi auto,
porque en mis adentros pensaba "y si no me gusta el lugar y no aguanto, en
mi automóvil puedo regresarme". En Guasave conocí a José Solórzano. Juan David Cortés,
y
Celia Cortés, iban conmigo hasta
La playa "El Aparecido" y ahí dejé mi carrito. El camino en parte es tierra y piedras filosas y en otras, arenoso, por lo que, uno siente el temor de quedarse atascado, o bien, sin una llanta. El camino, a fuerza de ir y venir lo ha hecho la gente. Realmente no imaginaba cómo me iría, en el fondo me sentía feliz. En una lancha nos trasportaron a
Navachiste. Llegamos a la playa donde
estaría nuestro hogar por ocho días, un poeta y un joven pescador me ayudaron a
montar mi casita. Debo contarles que antes, Juan David prometió ayudarme en todo
(y lo hizo), pero él se había quedado en Guasave, esperando el autobús que
venía de México. Vi a un tipo poniendo su casa cerca de la mía y ni creas que
dijo, "hola, soy el fulano de tal, el que nunca te dio información sobre el festival". Yo tampoco lo saludé. Me fui con el poeta a caminar, pero en
una palapa estaban Javier Palacios Neri,
nos llamó y se presentó, en broma le di la mano para que la besara (pero
creo que no entendió mi humor negro), y se hizo el ofendido. Me
dije "Elia, cambia de rumbo, sube tu murito". Nos fuimos al comedor, pero luego vi a alguien, me aparté de José, y finalmente a dormir,
quería bañarme y no había agua, así que me limpié la cara y el cuerpo con toalliatas húmedas. Al día
siguiente, desperté toda sudada, el sol me daba de frente. La playa es larga, un monte alto está muy cerca, a unos cuantos metros de donde acampamos. El mar cambia de color conforme avanzas, es el Pacífico, y en la orilla, la arena está llena de conchas quebradas, por lo que es difícil entrar a bañarte si quieres hacerlo frente al campamento, pero un poco más alejado de ahí, donde desembarcamos hay pura arena, finita, finita. De día, el color del agua es turquesa, conforme pasan las horas, el azul se vuelve intenso, pero curiosamente no hay olas, es como si el océano se meciera todo el día en cámara lenta. La tarde empieza a caer, se va el sol, la tierra nos da su lado oscuro y aparece la noche con todas sus estrellas, la noche es demasiado negra, exageradamente negra y sólo nos vemos a la luz de las fogatas, de ahí en delante, sólo somos sombras, de alguna forma nos reconocemos por la voz. A las siete en punto, un gran ejército de jejenes aterriza en el campamento, si no traes el repelente, te vuelves sangre pura, para estos avioncitos mordelones.Pregunté de nuevo por
el baño y la cubeta de agua prometida, nada, no había agua dulce para bañarnos,
entonces, saqué de nuevo mi paquete de toallas húmedas y me di un baño torero. Me
limpié bien. Nos reunimos para desayunar, luego, fui a ver de qué trataban los talleres, esa
mañana con toda la gente reunida, harían la inauguración. Cantó Cayo Vicente
y la maestra Carmen Zenil
leyó a César Vallejo, otro señor que de momento se me va el nombre nos acompañó
con sus composiciones, ah ya recuerdo, Cruz Mejía. Hubo un grupo de danza folklórica de
Sinaloa, vino el presidente municipal (es un patán, pero no le digan a nadie),
y fue un evento muy emotivo por nuestros artistas. Como no aguantaba mi peste femenina, le pedí a
un señor que me trajera una cubeta de agua salada y con ésa, me bañé, sentí como si me hubiera conectado a una corriente eléctrica, todo el día anduve livianita. Ya entrado el anocher, la gente cantaba en una fogata y me fui con ellos, toda la noche desafiné
el universo, ¿qué quieren? No soy buena cantante, pero me sé todas las
canciones de memoria. Querían tequila y yo llevaba una botella, así que fui a
la casa de campaña y la repartí. Me retiré a dormir como a las cinco de la madrugada y de nuevo, el sol vino a
despertarme. Era el tercer día, ya había agua, así que me bañé y fui al taller
de Zaria Abreu Flores
y Lauri, era de poesía. Había un consultorio y llegué a que me tomaran la
presión, creo que cuando vi al doctor se me subió el corre corre de la sangre, ahí, en un cuartito
de palapa estaba el médico, un catre servía de cama de emergencias, aunque me
urgía, me aguanté, porque tenía otras pacientes. Olvidaba contarles que,
en la inauguración leyó Jonathan Curiel (mi compadre), él fue el ganador de poesía Navachiste, muy buen poema, ya
buscaré el libro para publicarlo, se los debo. El organizador del evento Antonio Coronado Guerrero, nos dio la bienvenida con pocas palabras, pero muy sinceras. Para entonces ya me había
encontrado con mi querida amiga Alejandra Proaño y César, siempre que los veo,
siento como que de algún lugar del tiempo hemos sido hermanos. A ellos los
conocí en Horas de Junio, hicimos click desde un principio. Este año fue el
XX Festival de las Artes Navachiste,
Juan David me cuenta que inició en el 91, pero en el 93 no se llevó a cabo.
Luego les averigüo el cabo. Durante el evento, le comenté al presidente de
Guasave que teníamos dos días sin agua para bañarnos, y contestó que ahí estaba
el mar, pensé que no sólo era un patán, sino que también era un gran estúpido.
Luego, como llevaba mi libro Sola, sin tu sombra, le dije a Juan David que
quién podía programarlo para una presentación y me dijo que fuera con Ricardo Baldor.
Me apersoné con el susodicho, y sí, ahí, en una hoja divida en cuadros grandes,
anotó mi nombre, y la hora: 6:30 p.m. del jueves. Los días transcurrían
aceleradamente, una señora del comedor me preguntó si yo era alguien importante
y si estaba de incógnita, le contesté que no, entonces, me dijo: “Es que nunca
se quita los lentes y se ve misteriosa hasta cuándo va a bañarse” Mmmmmmm
alguien siempre nos observa, como en Facebook. En el taller de poesía me cayó muy bien Yax Kin,
me pareció un poeta muy frágil, con una voz profunda, ahí, había dos señoras
como de setenta y quiúbole, enojadas con la vida, nunca les gustó mi opinión,
querían que yo escribiera algo en el taller, que demostrara que puedo escribir,
pero no es mi costumbre, yo solo tengo que definirme a mí misma quién soy y que
el mundo se haga pelotas allá afuera. Nunca he funcionado de mañana, mi
hogar siempre ha sido la noche. También entré al taller de la maestra Carmen
Zenil, una mujer muy inteligente, bueno, aunque mucho de lo que ella nos
contaba yo lo había llevado en mis clases de poesía coral, fue muy bueno
recordar, además aprendí técnicas nuevas. Hubo una boda, Zaria Abreu Flores
y su novio, el Narro. Ese día fue para mí trágico, iba a irme al taller de
poesía y Juan David Cortés
vino a decirme que fuera a mover mi automóvil al Aparecido, porque estaba
estorbando. Luego de una larga espera llegó una lancha, con la pena pero no era
mi carro. Ay no, me devolví y aterricé en el taller de la maestra Carmen Zenil.
Me cuestionaron sobre mi tardanza y debía contar desde que amaneció que había
sido de mis pies. Comencé narrándoles
que, cuando salí de bañarme, vi expuesta en unas piedras mi ropa interior, yo
no podía creerlo, me sentí una mala madre, ¿cómo olvidé mis pantis, y el braseare
en el baño? En fin, alguna acomedida que entró después de mí, tuvo el cuidado
de dejarlos en un sitio para que todos los vieran. Yo me hice cargo de mis
olores, total, eran míos y no iba a negarlos porque eso era avergonzarme, y yo,
nunca haría algo semejante, la gente se rió de lo que para mí era una malaventura,
aunque las personas ignoraban que eran míos, lo sabía yo, pobres de mis
interiores, pasaron toda la noche solitos, con frío, y luego, ya amanecidos,
tuvieron que soportar los ojos de todos. La campana nos llamó a comer, en
Navachiste no faltan los alimentos, te dan una pulsera por las tres comidas
durante los días que estamos allá, bueno, uno la paga, no es mucho, ya que
somos muy bien atendidos. A veces, me iba a un restaurante que estaba cerca de
mi casa, bebía café y desayunaba, que
delicia estar cerca del mar, alguna vez coincidí con los Ampersan Et, Iván Foronda
y su linda novia, no imaginan que músicos. Regresando a la boda, fui a bañarme
y que me encuentro con una de las madrinas. Ella, quería que le cediera mi
lugar, porque no sabía en qué hora de la mañana se perdió y debía estar puntual
en el evento. Le dije que, yo también quería ir a la boda y muy contrario a
ella, a mí me faltaba tiempo porque había andado ocupada. Ella insistía, lo
sentí mucho, aún cuando no le di mi campo, de todas formas llegué tarde, y ella
tuvo que pagar por su pereza, ya que se bañó al aire libre. La boda fue muy
sentida, daban ganas de cantar, los novios muy guapos. En la noche, nos fuimos
al baile, me senté cerca de Sandino Bucio Dovalí,
él era el chico de la música. No olvido que me preguntó por qué usaba lentes obscuros, si
mis ojos eran hermosos. Ay, ay, ay. Luego, llegó Alejandra Proaño,
César Cortés Vega y se armó en grande el baile. Olvidaba contarles algo, cuando la luna aparece, emerge del fondo del horizonte, roja, roja, como una reina, se eleva y todos los pobladores se arriman a la orilla, ya el ambiente ha cambiado, el amor del Universo cae en los habitantes de Navachiste, el corazón crece de pronto, el cuerpo ya no es el mismo, uno se queda maravillado de algo que sólo ocurre en este sitio, dan ganas de brincar, de ir a la cama ha pensar que, la vida está pasando en su tren y que aún hay un lugar para uno. No hace calor, al contrario, uno necesita chal o chamarra, o cobija o unos buenos brazos. La luna abre su camino plateado, subes en una lancha, sigues la vereda de ella y llegas al infinito en una pequeña barca. El
equipo de Navachiste lleva un chef, cocineros, y un buen de pescadores conviven
con nosotros. El jueves de la presentación de mi libro Sola, sin tu sombra, de
las 6:30, se recorrió hasta las 8:00 p.m. y por ese motivo la maestra Carmen Zenil
no pudo participar con mis Fridas, pero Alejandra Proaño, Karen Márquez,
Jonathan Curiel
y José, ellos sí estuvieron, éstos dos últimos como presentadores. Pese a la
jornada tan larga, creí que no tendríamos público, pero no fue así, llenamos.
En las noches, hay fogatas por todos lados, los poetas recitan sus poemas,
otros cantan, yo dormía o, a veces, me recostaba a escuchar la música de Ampersan Et,
ellos, se unieron o a ellos se les unieron unos chicos de Culiacán y no saben,
una noche me quedé soñando que andaba en Arabia, Dios ¡qué músicos! Hay
soldados que cuidan el campamento, no supe de ningún robo. Tuve la fortuna de
convivir con Cayo Vicente, Sandino Bucio Dovalí,
Yax Kin,
a Estela Mendoza le presté una de mis cobijas, y realmente uno la pasa bien. En
una ocasión les ayudé en la cocina a pelar camarones, hicieron albóndigas, qué delicia. Los pescadores son muy cariñosos, gente buena,
trabajadora, cómo nos atienden y nos protegen. Ya el
domingo, despedimos a los artistas del D.F. y luego, una poeta de Monterrey, un
señor con su guitarra y yo, ahh y Arturo Sodoma, leímos poesía por cuatro horas
y media, pensarán que la gente se fue, no, no, no, nos escucharon atentos,
¿verdad Jazz Pérez? Nuestro público era de Guasave, Los Mochis y lugares
cercanos. La campana nos llamó a comer, luego, abandonamos Navachiste. No, no
abandonas Navachiste, Navachiste se queda contigo hasta que mueres.
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