Prisma
Tiempo de tierra,
las piedras dan la hora
en vacíos de polvo, el aire arable
vaga lejos de casa, y el alambre
de espino y la carretera
se borran. Escupida
por la fiebre ardiente de nuestro
pulmones, la semilla Ur
florece en el cristal, nuestro aliento bermejo
nos refracta y
multiplica. Ya nunca más
sabremos lo que somos. Como la luz
que cruza entre las rejas
de la luz
que a veces llamábamos muerte,
también nosotros habremos florecido,
hasta con llamas
tan inextinguibles
como éstas.
De sombra a sombra
Contra la fachada del atardecer:
sombras, fuego y silencio.
Ni siquiera silencio, sino su fuego,
la sombra
Que arroja un respirar.
Para entrar en el silencio de este muro
debo dejarme atrás a mí mismo.
Pastora
En la zona interior del musgo y de la espera,
tan poco semejante a la palabra
que también era un esperar,
todo ha sido distinto
de lo que es, el musgo aún
te espera, la palabra es una lámpara
que portas a los más profundos
del verde, pues incluso las raíces
han transportado luz, e incluso ahora
tu voz
no deja de viajar por las raíces,
de modo que allí donde caiga el hacha
tú, también sabrás qué está vivo.
Escriba
El nombre
nunca dejó sus labios: de tanto hablar
cambió de cuerpo: volvió a encontrar su cuarto
en Babel.
Estaba escrito.
Una flor
cae de su ojo
y florece en la boca de un extraño.
Una golondrina
rima con hambre
y no puede dejar su huevo.
Inventa
al huérfano envuelto en harapos,
sostendrá
una pequeña bandera negra
acribillada por el invierno.
Es primavera
y bajo su ventana
oye como cien piedras blancas
se convierten en flox rabioso.
Heraclitiana
La tierra en pleno, responsable
ante el verdor, el lastre de carbón
del aire, y el invierno
que prende
el fuego de la tierra, mientras el aire cruza
sin discontinuidad
hacia el verde
instante de nosotros mismos. Sabemos que se habla
en nuestro nombre. Sabemos que la tierra
jamás engendrará una palabra
lo bastante pequeña como para albergarnos. Pues la
palabra justa
sólo es de aire, y en el ascua
verde de nuestra
monotonía interna no despierta más miedo
que el miedo de la vida. Seremos, pues,
nombrados
por lo que nunca somos. Y todo aquel
que se vea
en lo que aún no ha sido
hablado
sabrá lo que es temer
a la tierra
hasta la justa
medida de sí mismo.
De Efigies
1976
3
Senda de eucaliptos: un resto del pálido cielo
Temblando en mi garganta. A través del zumbido lastre del verano
la mala hierba que enmudece
hasta tu paso.
De Fragmentos del frío
1976- 1977
Luces del norte
Éstas son las palabras
que no sobreviven al mundo. Y hablarlas
es desaparecer
en el mundo. Inalcanzable
luz
que preside la tierra, alimentando
el breve milagro
del ojo abierto...
y el día que habrá de extenderse
como un fuego de hojas
por entre el primer viento frío
de octubre
consumiendo al mundo
en la sencilla habla
del deseo.
Fragmento del frío
Porque nos volvemos ciegos
en el día que expira con nosotros,
y porque hemos visto a nuestro aliento
nublar
el espejo del aire,
el ojo del aire ha de abrirse
a nada salvo a la palabra
a la que renunciamos: el invierno
habrá sido un lugar
de madurez.
Nosotros, convertidos en los muertos
de otra vida que la nuestra.
Visible
Bobinas de relámpagos, desovilladas
en la noche escindida de invierno: truenos
tirados por estrellas, como si
tu fantasma hubiera pasado, ardiendo,
por el ojo de una aguja y se hubiera afinado
hasta la transparencia con la sea
de la nada.
PAUL AUSTER
Escritor, traductor y cineasta norteamericano. Entre sus obras se destacan La trilogía de Nueva York (1987), compuesta por las novelas Ciudad de cristal (1985), Fantasmas (1986) y La habitación cerrada (1986); Leviatán (1992); El libro de las ilusiones (2002); Un hombre en la oscuridad (2008); Invisible (2009); El Palacio de la Luna (1989); entre otras.
Guionista de la película Smoke (1995), Blue in the Face (1995); Lulu on the Bridge (1998) y La vida interior de Martin Frost (2007). En el 2012 Seix Barral publica su poesía completa en donde se encuentran los títulos: Radios (1970); Exhumación (1970- 1972); Escritura mural (1971- 1975); Desapariciones (1975); Efigies (1976); Fragmentos del frío (1976- 1977); Aceptando las consecuencias (1978- 1979) y Espacios en blanco (1979).
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