sábado, marzo 02, 2024

Elia Casillas




Cuando vivíamos en Villahermosa, a Gaby y a mí nos gustaba caminar en un óvalo, el calor no te deja ni un momento y hasta después que te bañas, se siente el beneficio, entras a un sueño que uno no sabe desde dónde se presenta para hundirte en el catre, cama, petate, suelo.  Algunas veces, aparecía de la nada una brisa, luego, la lluvia y esas sí son aguas, tormentas. El viento arrastra las gotas y te golpea con ellas y no hay forma de huir del chubasco, sólo si entras a un sitio mientras pasa el aguacero y si toleras la mirada colérica del dueño del lugar. En Tabasco, el que se violenta es el cuerpo, si no te bañas. Ahí sí llueve y Dios  es rencoroso.






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