Cada
vez que pasaba cerca del bulto de San Judas Tadeo, le pedía que, aunque fuera
de última hora, contrataran a Mercedes como refuerzo de La Serie del Caribe.
Esta se llevaría a cabo en la ciudad de Hermosillo, Sonora. Esa noche
festejábamos el cumpleaños de Graciela en casa, fiesta sorpresa, y entre plato
y plato, continuaban mis peticiones, ya que el santo del tamaño de una persona
quedaba justo en el pasillo que lleva a la cocina. Finalizó el agasajo y
exactamente esa noche, también se fueron nuestras esperanzas de que lo llamaran,
al día siguiente iniciaba la competencia. Mientras lavaba los trastes, Mercedes
traía de la sala todo lo sucio, entonces, armándose de valor (digo armándose de
valor), porque él sabe que, en cuestiones de dinero, no me gusta ir por la vida
gastando innecesariamente, y habló:
-Oye,
mañana inicia la Serie del Caribe, ¿no te gustaría ir a la inauguración y
regresarnos después de que juegue México?
-¡Ay
no! ¿Ir a gastar de oquis? No, pago por no gastar. No.
-Anda,
¿qué tanto vamos a gastar? La gasolina y
la comida, no más. Mira, compramos algunos
recuerditos para llevar a Mérida y no habrá más gasto. Di que sí. Vamos,
después del juego nos devolvemos.
-No
quiero ir a gastar lo que no tenemos Mercedes, ese gasto ya no entra en el
presupuesto y tú no empiezas a cobrar cheque hasta el mes de abril y todavía
nos queda febrero, marzo y quince días para que recibas tu primera quincena,
sin tomar en cuenta todo lo que hemos gastado en el mes de enero. No, gracias.
-Mira,
es nomás la gasolina, porque es lo mismo que gastaríamos de comida, llegamos y compramos
un pollo asado y nos lo comemos con doña Calita y de noche cenamos algunos
tacos, no vamos a gastar de más.
En silencio
seguí enganchada a las vasijas y de todos los utensilios que se engrasan en un agasajo,
mientras, mil presupuestos iban sin encontrar acomodo en la cuenta bancaria.
Mercedes no insistió y se fue a la cama, a mí no me gusta dormir con la casa
sucia, porque odio despertar con la carga emocional de tener que limpiar todo,
cuando lo que deseo es salir de la recamara y no encontrarme con que la fiesta
de la noche anterior, se quedó dormida en casa, pudriéndome la hora del
café. Al mismo tiempo, los
remordimientos vinieron, si él trabaja tanto para darnos una buena vida, es
injusto que le niegue ese gusto, le diré que iremos e inmediatamente después
del juego nos repatriamos a Navojoa. Fui a la recámara y comenté.
-Está
bueno, vamos.
- ¿De
veras? Sólo lleva un cambio de ropa para ti y los niños, total que doña Calita
nos preste un baño para quitarnos el sudor.
En la
mañana fui por la maleta más grande y empecé a llenarla de ropa para mí y para
los niños, en eso vino Mercedes y al ver el altero de cambios cayó cerca del
primer sillón.
-Oye,
si vamos sólo a la inauguración y tú llevas ropa como si fuéramos a quedarnos
ocho días, no aprendes a mí, con esta ropa voy y con la misma me regreso.
Gabriela
de cuatro años no perdía detalle del empacado, ni de su padre, entonces,
moviendo sus manos con la seguridad de una declamadora de poemas, dijo:
-Papi,
¿y si nos invitan a una fiesta después del juego, ¿qué vamos a decir, que no
podemos ir porque no traemos ropa? -cuestionó
llevándose las manos a la cintura, como si fuera una mamá tratando de meter a
su hijo al aro.
Nunca
entendí que magia tiene Gabriela, prontamente MEL se quedó callado. Así era antes
y así es ahora, ella lo controla hasta con una mirada, es más, cuando me pelea
por cualquier cosa yo me quejo con Gaby y ella lo arregla. Bueno, cargué la maleta
con ropa para ocho días, zapatos, abrigos, suéteres, botines, bufandas, boinas,
medias, pijamas, vestidos, faldas, si olvido algo, ahí se los dejo a su
imaginación. Ya en camino, traté de no pensar en la cuenta bancaria y me perdí
en los cactus y sahuaros de la región, imaginaba a los Yaquis en tremenda lucha
por su territorio sin bajar jamás el rostro, ese rostro de huesos grandes y
enérgicos que habla de esta etnia tan respetada y, tristemente en el olvido. Perdidos
en su propio laberinto, ahogados en su propia tempestad. El mar de Guaymas vino
con todos sus olores a despertarnos el estómago y paramos en una carretita
marisquera. Un señor gordito de diente alegre nos atendió, las almejas de esta
región son de las más grandes que he visto, al toque del limón empezaron su
baile y parecían hawaianas en pleno show, ahhhh con salsa huichol y sal, mmmmm,
delicia para nosotros que todavía podemos saborear las riquezas marinas de esta
región, los camarones nos coqueteaban y los niños se comieron su cóctel. Después de compensar al apatito seguimos en
la ruta, por supuesto que el tan mentado pollo asado, se fue al olvido. El panorama no varía mucho en estos rumbos,
la carretera de tan fácil se vuelve aburrida y unas ganas de dormir me cerraban
los ojos, los Tigres del Norte cantaban…
-Ya
está cerrada con tres candadossssssssssss y remachada la puerta negraaaaa
porque tus padres están celosos y tiene miedo que yo te quieraaaaaaaaaaaa han
de pensar que estando encerradaaaaaaaa
vas a dejar pronto de quererrrrmeeee pero la puerta ni diez candados van
a poder a mi detenermeeeeeeeee.
Luis
Mercedes y Gabriela, para entonces soltaban unos ronquidos de gatitos satisfechos,
yo insistía en abrir los ojos, poniendo atención en la historia que entonaban
los Tigres, todo fue inútil, finalmente doblé el cuello y la cabeza fue a dar
sobre el hombro derecho, ahhhh… Como
duele dormir con el cuello torcido. Cuando menos me di cuenta ya estábamos en
la entrada a Hermosillo, sí, era Hermosillo, el olor a béisbol lo dijo, todo
era fiesta, las Series del Caribe tienen su brujería y eso se notaba en la ciudad,
viva, alegre, acogedora, los flashes informativos dando la bienvenida a equipos
y jugadores importantes dejaban ver su nombre en este tremendo escaparate
luminoso. En las entradas de los hoteles había grandes mantas con mensajes para
todos los turistas que nos visitaban de diferentes partes de la República
Mexicana y países de la zona caribeña, aquello era un carnaval beisbolero,
hasta los chóferes de autobuses urbanos lucían guapos y bien portados y eso ya
es mucho decir. Se advertía que Hermosillo era la ciudad más feliz del sistema
planetario. El camino nos llevó al
hotel Holiday Inn, ahí se hospedaba, nuestro padrino Jorge Menéndez y quisimos
saludarlo antes de irnos con doña Calita. En la entrada del hotel estaba el
hijo del Dr. Arturo León Lerma y al vernos preguntó.
-Mercedes,
¿ya viste al Señor Mazón?
-No.
-Te
están buscando Mercedes.
-Está
bueno ahora lo veo, gracias.
Nosotros
nos quedamos en el lobby mientras él iba
por las escaleras al cuarto de mi padrino,
un buen séquito de periodistas hacia su trabajo y cuestionaban a
jugadores de muy buenas piernas y grandes espaldas, a cualquier lugar que
voltearas, ahí estaba un entrevistado,
cámaras de televisión, fotógrafos, Roberto Magdaleno, el Señor Pepe Maíz,
(gerente y presidente de los Sultanes de Monterrey), Madaleno, así le digo yo,
vino y nos invitó a comer, le dijimos que con gusto iríamos pero esperábamos a
Mercedes. De pronto, todos volteamos a
la puerta del hotel, un personaje entraba, porque los reporteros dejaron a sus
interpelados con la palabra en la boca y la quijada bailando y se fueron a ver
qué noticia les daba el boxeador que con enorme comitiva trataba de hacer
camino entre tanta y tanta gente. Julio Cesar Chávez venía muy sonriente, pero
los pechos de sus acompañantes decían: abran paso que llegó Juan Camaney. Nosotros sólo éramos espectadores ¿y
Mercedes? Bien gracias… Volvió más tarde de lo esperado y mientras bajaba, una
risita, no se apartaba de su boca.
-
¡Elia! Me han contratado como refuerzo
de México, dice Oviel Denis que estuvieron llamando a la casa y al no
encontrarnos, telefonearon con el Licenciado Valdés, y Chela les dijo que
veníamos para Hermosillo y que llagaríamos a este hotel, de buena suerte que la
junta fue aquí, ya me esperaban, el
Señor Enrique Mazón me dio un cheque para que vaya a comprar todo lo que
necesito para el juego de esta noche, mi uniforme ya está listo, tengo que ir
con Arrieta por él, de última hora Don Hankel
quedó fuera, porque Puerto Rico se opuso a que lance con el equipo, ya que él antes de reportar con Los
Naranjeros estuvo jugando allá, y el comité lo protestó. Elia, regrésate ahora
mismo a Navojoa y tráeme mi ropa.
-
¿Qué me regrese a Navojoa? ¿Otras tres
horas de camino de ida y tres de venida, más las tres de ahorita…? ¿Estás
loco? Regrésate tú, nosotros traemos un guardarropa para ocho días… Ja, ja, ja.

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