viernes, noviembre 01, 2013

Francisco Aranda Cadenas


 



Las medusas azules frescas de otoño
ocupaban los frisos. La muchacha de la bicicleta
iba vestida de mar. He soñado con la Grecia Clásica
y con un tren de cercanías. Hijos del sol, no sois menos
que los hijos de la luna. La luna llamea el horizonte,
quema el sol mi frente de jinete sobre el aire.
Los vientos susurran al oído de los niños viejas
canciones, como de las caracolas emergen músicas
de lira. ¿Somos un canto? ¿Soy un canto? Cuando
regresen las golondrinas becquerianas yo habré partido
-telón de fondo, mutis por el foro- a algún lugar de mi deseo

Me dirijo a ti desde la memoria azul de mis días sin sosiego,
desde la paz de robledo en que me viste, desde el sueño
girándula que me fecunda como el agua del río surcando
tierras. Viento del este inundando mi sien urgida
del franco testimonio de mi pecho. En este papel en blanco,
que ni es abismo, ni vacío, ni vómito, imprimo una rosa
de los vientos. Amor, amada, de cabellos al filo de los atardeceres
de Budapest, enséñame a extrañar la geografía de tus muslos.

Me dirijo a ti con el incienso ardido de mis manos.

Después de amar, amor, queda tu semblante
desnudo. Y destella mi sangre a lomos de la brisa.
Los blancos jinetes del sueño sobrevuelan
tus senos, y es tu sexo una mariposa cercana
a la luz que abisman los geranios.

DIGNUM EST

Extenso es el paisaje. La danzante, en el centro, como un cisne, expira
en el ancho valle de lirios y amapolas salvajes. Como en la mejor
ecuación, se resuelve la incógnita. Su amante la ha abandonado.
En el hielo de la noche de sus ojos hay imágenes de canciones
en torno del fuego, y del hermoso instante de los besos.
En verdad, Tania, existes a pesar del color azul intenso de tus pupilas.
Piedra y éter sostienes en ambas manos. Tus pies se hunden en la hierba,
y tu frágil vestido 'dignum est' para esta ocasión repentina.

Es más fácil hacer un soneto, que vivirse hasta el ocaso.


A Fernando García Gutiérrez, amigo entrañable y poeta.

Amigo mío, los hijos del rocío tiemblan en la madrugada.
Mayor o menor, ningún 'dios' nos hizo de barro, y somos
un terrón de sangre y agua y arena sin embargo. Tembladeral
de carne acuosa, amiga mía. Escribir, escribir, escribir
sobre el hálito de los pentagramas. Dime, ardiente matemática
espumosa, ¿qué rosa quiso acallar mi voz? La sola belleza
es revolucionaria repite Fernando García sin cesar. Oh, mis amigos,
¿de dónde proviene el canto? ¿De dónde tanta tembladera?
Venga de donde venga, vaya hacia donde vaya, no silencian
mi lengua, ni atan mis manos madrugadas con rocío y espesura
de cadencias de abrupto destejer sobre la tierra. Aquí estoy,
abro mis brazos, me enredo en tus cabellos... Fernando García
dice... Mujer de frutos hilados a la piel, te siento como la sola,
revolucionaria belleza, que ardida poseo en la noche.

Escribir, escribir, escribir como quien vive cercano a la vida.

Francisco Aranda Cadenas

¿De qué sexo será la muerte?

Ella no se acerca hasta nosotros;
estamos contenidos en ella.

Al noroeste de México vi brillar sus costados.

¿Tendrá nombre?

He visto ángeles negros en sueños. Todos
me dirigían una extraña palabra.

Jamás me visitaron mis muertos nis yo los visité.

A oscuras, bajo la higuera sombría, relaté
una historia acerca de un horionte vacío,
y mis vísceras cantaron un salmo antiguo.

En vísperas de difuntos, le pido a Eros
me haga compañía. Vivir como un demonio
inseguro alerta contra la desdicha.

Para vivir, vivir de querer vivirse, basta
un rasguño en la piel.

Qué puede importarme el sexo de la muerte
o el sexo de la vida.

Francisco Aranda Cadenas

Málaga, a 30 de octubre de 2013

LA VOZ DE CHAVELA, LA VOZ DEL AIRE

a Enrique Zattara con gran cariño.

Llegó con su libro de metafísica.
Metafísica del hambre,
metafísica del miedo,
metafísica de la risa,
metafísica del 'carajo'...
Pensé yo.

Algunos fueron felizmente metafísicos, eran tiempos
de juventud y embriagaderas. De corredor en corredor
las luces
se encendían y apagaban. Los versos
de Chavela, la voz del aire.

Llegó con su libro de metafísica.
Mi amigo lo llamaba la gran exigencia filosófica;
yo lo nombré como un ocaso de viejos exilios.

Mi amigo sencillamente la estudiaba por cuestiones
de guión bibliográfico. Ahora lo recuerdo, marchamos
a 'cervecear' según también el guión estricto. Lo versos
de Chavela, la voz del aire. Y entonces me vino a la memoria
la voz de mi padre, la grave voz metafísica de mi profesor,
que me expulsó de clase un día de abril de mil novecientos...
No es tan lejano aquel suceso.

Aquella grave voz que urdía por los pasillos su ritual
de quién sabe qué anhelos, esa extraña moribundez
de la voz que urge salvarse de algún demonio.

Los versos de Chavela, la voz del aire. Y esa librería
enjuicida por libros metafísicos sin orden, y esos
otros libros para desmoronar torres de babel bien
ordenados.

Pensé yo.

Metafísica para filósofos y políticos, para estudiantes.
Metafísica de bolsillo, de cementerio y de salón.
Metafísica para 'metafisiquear' el mundo.

A mí me expulsaron de clase porque me sentaba al final del todo,
porque llevaba bajo del abrigo un corazón y un pecho,
porque me quedé a duermevela, en la distancia,
en aquella clase tan honda y metafísica.

Los versos de Chavela, la voz del aire. La mediterranía
que me salvó de hacerme daño en esa acera de la metafísica
kantiana. Sencillamente recuerdo que os amaba, días
de mi juventud, y no eran sino días como cualquier día
malagueño. Oh, esos días irreparables, esos días insustituibles,
aquellos días en que la metafísica quería devorar el aire, mas no pudo.

Pensé yo.

Francisco Aranda Cadenas

Málaga, a 01 de noviembre de 2013
Porque los días se acercarán como aguacero
y no habrá dique que pueda contener las aguas,
iremos hacia el puerto ignoto de otros mares
con el sabor del trigal hecho pan nuevo.
Partir, partir, partir al alba podré decir cuando mis ojos,
encinta de amados silabarios, se frutezcan
en las noches, de manera que mi boca -afán del día-,
de hermosos frutos (uvas y naranjos, y presencias).
Amor, sentada bajo el parral noble, ya ves, incierta la hora,
en que habremos de liberar el rumbo. No hay almíbar
de luna que pueda retenerte porque, tras las ventanas
pálidas de otoño, has comenzado a contemplar la lluvia.

Francisco Aranda Cadenas


Acudo al ventanal del día. Mis fosas nasales
inhalan viento del sur inflamado de arcilla,
conque se restituyó la entraña, la sola soledad
de tu cuerpo, el sol que amaba la flor.
Descubro en el insomne sueño tu voz, el sexo
que celebró la madrugada, las horas de intriga
de tu vientre, y el solaz de tus ojos desnudando
la dicha de estar sobre la tierra. Acudo al recuerdo
más atrincherado en el alma, y lo despierto
con haz de luz de mis retinas. El sándalo ardido
rezuma canciones, pero se consume su fuego
una vez se aproxima ya el alba, con cadencia
de tenue hilazón de los cabellos. Hoy, a 8
de noviembre de 2013, las secuencias brillantes
de un filme se aparecen en la cuenca de mis manos,
como si se tratara de advenir la belleza, que otrora
derramó el alma viva al contemplar la savia nueva,
o el brillo tenaz del horizonte que avecina.

Francisco Aranda Cadenas

Málaga, a 8 de noviembre de 2013

La genuina sal de los cristales en días de poniente junto al mar,
se derrama hasta el alféizar como lirio que abrazara la tierra.
Sé, que el oleaje entrará en la casa inundando las habitaciones
donde, amanecidos huéspedes, hacen su salutación de bienvenida.
Es como si rauda la tormenta, golpeara el pecho descubierto,
el decidido caminar, de frente siempre...
Tras la barcaza herida por el agua, el surco centenario
sangra jugo de vid, y el ebrio pescador de piel hirsuta
derrocha su sed como un animal cansado, prendido a la arena.
Furtivos besos en la orilla donde las algas frutecen, alguna
botella perdida con mensaje caligrafiado sobre el papel sepia
de una despedida, la torrentera de voz del mar, los silencios
dormitando en el roquedal que el sol cimenta y nosotros,
gente venida de tan lejos, erigiendo en el aire mitos antiguos,
cuya verdad mece el ala de gaviota, alguna paloma perdida.

Francisco Aranda Cadenas

Málaga, a 8 de noviembre de 2013

Me guarezco de la lluvia. Win Mertens interpreta
al piano. Un coro de chicas se agazapa en la niebla.
Cada día interpela a la vida. Cada gota de agua
es un recordatorio. El diluvio universal se contiene
en la cuenca de tus ojos. Tú lloras, él llora, lloramos.
Y por qué no llorar e inundar los sonoros ríos con llanto.

El mar es la suma de las enredaderas de todos los exilios.

Francisco Aranda Cadenas

Málaga a 16 de noviembre de 2013

CUADERNO DE CAMPO

Las ingles del aire devoran mariposas; son las ingles
confusas de un cuerpo confuso. Con vastedad de rumores,
los árboles mecidos, aclaman al sol mientras los pechos
de una mujer amamantan cien hijos. Piedra dura
del camino, soporta mis pies calzados de dicha
conque desnudar las horas, el perfecto mecanismo del reloj.
Todo cuanto sabe el verdecillo de ceja amarilla lo aprendió
en un vuelo, tan sólo un vuelo más allá de la arboleda,
donde ser y estar son cómplices de su plumaje.

Francisco Aranda Cadenas

Málaga, a 20 de noviembre de 2013

Ya ves, se desmorona el singular aire del pecho,
la estructura de mármol de los muslos, el ignorado
cielo de las sienes, la sed azul de los cabellos.
Ya ves, se derrumba todo con el pasar de los años,
y casi sin saberlo, y casi mudos y felices en un haz
de sueños. Ya ves, hoy es jueves sin saberlo...

Francisco Aranda Cadenas

Málaga, a 21 de noviembre de 2013

Mi corazón sufre un mal desconocido, que sólo
unos pocos alcanzan a comprender. Cuando fuiste
a Almería, arrojaste mis vísceras al mar,
y la poesía escogida por mi alma la envolviste
en niebla. Desconocida, sabes que ha llovido
con sinceridad de alta nube. Pero deberías
saber, que no hay nadie oculto tras la espesura,
nadie que desee contemplar mi dolor. La mezquina
luz de tus ojos no puede imaginar cuando
me siento con un amigo, y conversamos largo y tendido
acerca de cosas sencillas. Desconocida, ahora
mi corazón se alegra al amanecer. El sueño turbio
de esta noche no te pertenece, cuántas lágrimas
derramé han hecho germinar la tierra de mi entraña,
y tú, desconocida, desaparecerás en el ocaso.

Francisco Aranda Cadenas

Málaga, a 24 de noviembre de 2013

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