Prólogo: Por esta hebra...
He muerto millones de veces
en cada cementerio hay una como yo
con el mismo vestido, la misma voz
y amor suicida.
Elia Casillas
Entrevista a Elia Casillas
-¿Por esta hebra, es posterior a Sola, sin tu sombra?
-Después hay otro, Reyes y Ases del Béisbol y luego éste.
-¿Quisieras contarme algo más sobre éste libro?
Por esta hebra es como un diario, un monólogo, ahí escribí lo que me sucedía
cada día, durante tres años.
─ Fue un proceso de
largo aliento entonces.
─ Ha sido un largo
aliento, siento que no tiene fin.
─ ¿Y cómo fue
entonces que decidiste ponerle punto final?
─ Creo que es hora
de terminarlo.
Con esta certeza,
Elia nos acompaña el punto de partida de sus letras. Cada filamento que compone
el poemario de Elia es una textura, una fibra poética, un haz de hilos. El
monólogo del poema deviene diálogo fantasma. Entre el abandono del cuerpo amado
y el recuerdo de la pasión se enciende una sensualidad melancólica pero
envuelta en telas de tintes firmes hasta el final incierto de aquella guerra
que es paz o muerte, porque sólo el día después del amor ocurre el éxtasis
maldito del fin. Quizás por ello, Elia mantiene el diálogo con la dueña del
destino: “Mi Parca; esa que roba horas mientras duermo/ y mientras me visto, se
multiplica en los corredores…” (24) El ritmo del poema es circular, pero el
deseo se mantiene en crescendo, y la Elia inocente busca el éxtasis en el
pasado, cuando en realidad su luna en celo está en el presente: “debe tener muchas historias en la espalda, / conviene ser texto, /
permita que lea, /
mientras la noche aplaude.”
(7)
A cada segundo el logos trasciende el deseo que invita al oasis, pero la
pasión es una aliada ingrata que jamás cesa:
/ quebrados, / y hUna a una las palabras enrojecen, / y narro al silencio que es de tu amor
/ porque soy una paloma
vagabunda / que navega oscuras
tempestades / en el resplandor de la
memoria.” (44)
Estos zapatos sólo viven para andar contigo…” (34);
pero continúa en súbita lucidez: “… la incertidumbre es un embrujo que persigue
/ y escapo con la esperanza del creyente / porque soy adicta a tu huella.” (35)
Un largo gemido de la desesperanza proclama en
una especie de manifiesto libertario: “he de romper las máscaras de este éxodo,
/ con guante transparente, / y caminar en el fuego de las estrellas / hasta ser
cristal sin golpes.” (49) Desde el dolor, la palabra eleva
el poema una y otra vez hacia la conciencia: “… y el cerebro destroza lagunas para verte, / el encierro en otra boca
reconoce su locura, / en pleno juicio hipoteco costumbres / y la voz encuentra
acústica / y rompe la carne que no olvida verdugo / y moretones.” (39)
Luego, la mujer en busca la muerte en la
memoria: “Busco en el guardapolvo mi té de olvido / y siete gatos, / para desviar la perra del
horóscopo / que arruina mi trébol con sus pulgas.” (62) pero al no encontrar al
olvido, llega vestido de negro el rencor: “¿Para qué discutir fallos? / Solo
encontré pesadillas en mis letras, / horarios del cuerpo consumieron desgracias
/ y victorias, / mi cuento negro escrito con tinta polar / desde el manglar de
tus infiernos.” (69) Aún sin éxito, la soledad de su noche sucumbe al poder de
la seducción: “Duermo con su mirada en los hombros / y aliento seducido / ¿ve? nuestros cuerpos siempre afinaron / al
primer toque de sábana / y como vapor, / el universo nos tirará en cualquier
nube. (70) El goce masoquista con frecuencia visita las ausencias: “¿Por qué
vives en el insomnio de las venas / sin obediencia? / Alabo mi carne / y tu voz
lanza su niño azul / y persigue hadas sucias en el bosque.” (73)
Viene de lejos, y se alza la voz en llamas tenues: “Ésta no soy yo
¡alguien está ocupándome! / alguien goza mi cuerpo, no tengo voz, / y me quema
el silencio…“ (74)
Y los gritos de victoria se escuchan a lo lejos: —aún estoy— protesta, en
medio de aquel exorcismo lento que es
decir adiós al des/amor: “Los ojos bebieron cada padre nuestro / y vomité tres
veces en el rosario del amanecer” (83-84). Y el tiempo cura lento formando la
sutura con delirios: “Miro pasar mis caderas / con los pies confundidos en el
aire, / hay que construirle una estrella
a la esperanza / para que el amor dance…” (88)
De cómo Elia cierra sus puertas no diré ni una palabra; dejo el embrujo
para el lector que quiera conocer la experiencia del olvido en la espada de su
palabra. Su texto entierra la historia de cómo se entabla la relación con el
caos, y su letra es testigo de una lucha capaz de vivir y una rabia capaz de
matar. ¿Saldrá gloriosa de las palabras que escriben escorpiones? Sospecho que
otro deseo le ha devuelto la respiración, ¿cuál será el embrujo necesario para
el día después del amor?
Ahora entiendo la sensación de vida que me dio la última vez al verla. Y
con estas palabras termino estas letras declarándome: A su favor.
Alejandra Proaño
22 de junio de 2012

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