lunes, julio 15, 2013

Francisco Campos Machado y su otra historia

 

 
Francisco Campos Machado  y su otra historia
 
                                                                                                               Elia Casillas

 
No te des por vencido
ni aún vencido,
no te sientas esclavo
ni aún esclavo;
trémulo de pavor,
piénsate bravo
y arremete feroz
ya mal herido.
                          
 
Alma Fuerte, poeta argentino
 
Hoy su pie tenía tres fallas, para él, que era receptor dentro del béisbol mexicano y estadounidense, aquello era una hecatombe. Las distinciones recibidas en la academia de Pastejé, a donde lo llevó su hermano Raúl, hoy,  pasarían al armario de su biografía. Hoy, eran pequeños trozos de historia inconclusa, una historia que aunque él no la aceptaba, le pertenecía. Campos no iba a irse entre los escombros de su vida anterior, nació aguerrido. Sin embargo; la noche, el  día y su realidad, decían que de alguna manera, esto era el final.  Un final suyo, con todo y la desafortunada barrida que tuvo en el home plate. Francisco; de muslos vertiginosos nunca midió lo desmejorado del estadio de Calquini. En un instante, una anotación fraguó su próximo calvario. Cuando lo levantaron, era para una operación, una cirugía incierta, donde sus huesos ya iban en otro juego, la fatalidad, o la mano invisible de la suerte, en un tropiezo dejó su ficha viendo, para el lado que Francisco nunca sospechó.  Sus pies, antes livianos se negaban al nuevo recorrido. Un tobillo en tres partes, tres partes que nunca ligaron igual, pero que de igual forma, alteraban su carrera para siempre. ¿Resignarse a perder lo andado? Si, eso le dijo su manejador Javier Martínez “La Escopeta”, un hombre de casi dos metros, conocedor de la redondez de la pelota y sus vueltas, de sus movimientos al quedarse en la mano del lanzador y tomar la inclinación que dan los dedos cuando gira, y gira, y gira,  para caer donde ella quiere, cuando hay un tirador con coraje,  para controlarla. Javier, viendo que Francisco tenía buena velocidad  dijo:
-Tu brazo es muy bueno, ¿por qué no lo intentas de lanzador?
-No Javier, no puedo dejar todo para ser picher, yo soy cacher.
-Pancho, creo  que tu carrera como receptor se ha terminado, tus pies ya no son los mismos y tú dependes de ellos, inténtalo, yo te enseño.
-Javier me gradué con honores en Pastejé como cacher, ¿crees que yo pueda ser un buen picher?  
-Si Pancho, con trabajo sé que podrás hacerlo bien.
-Entonces, hagámoslo Javier, tú sabes más que nadie.
Aunque durante su niñez y adolescencia en ligas pequeñas, había sido lanzador algunas veces, ahora todo era distinto, tenía un sueldo y ya encarrilado en su nuevo oficio, puso todo para seguir cobrando un cheque. Javier siempre estuvo al pendiente de Francisco, animándolo y dándole consejos y trucos que sólo los grandes lanzadores tienen, para llevarlo atinadamente a su nuevo quehacer.  Cuando ya estaba preparado habló de nuevo con él:
-Pancho, vas a entrar a pichar cuando los partidos estén muy colgados, en contra, o a favor…
-Está bien Javier, como tú digas.
Hoy estaba del otro lado, su cuerpo ya iba en otro rumbo, y no le quitaba el  ojo a los lanzadores y se veía en una loma, preguntándose cómo le iría, si él estuviera ahí. Esa noche llegó, a una señal de Javier se fue al calentadero. ¿Miedo? ¿Felicidad? ¿Frío? De pronto, vino desde el fondo del estadio, surgió cuando el equipo estaba harto de carreras, era su oportunidad y ésta, nadie iba a quitársela. Llegó con el alma bien puesta, sus dedos armados de valor, las piernas, hoy tenían un ritmo diferente, pero él, estaba de nuevo en la pelea. Mil novecientos noventa y cinco el año de su providencia; ante los Tigres del México y frente a su primer contrincante Luis Fernando Díaz, demostró que la ambición  nunca se deja en la almohada, que hay que ser un combatiente, y pelear, y pelear y pelear con el talento en la mano, para subir la escalera del béisbol.  Cara a cara con Luis Fernando, lo hizo sentir el soplo que deja una pelota cuando el bat no la toca, y éste se fue a la caseta, sin imaginar que Campos iba en la avenida de los chocolates y ante su próximo alias: Pancho Ponches.  Iba por donde los juegos dependen en un…  ¿noventa, ochenta, setenta por ciento de un picher?  El segundo bateador, tampoco pudo ver sus tiros y siguió la misma brecha del anterior, y venía el tercero… También cayó en el mismo hueco. Tres hombres, tres outs, tres ponches, y Francisco ahí, con un manejador orgulloso de su pupilo, de un alumno que estaba en su mismo hilo, del hombre que sabe cuanto puede dar un atleta cuando sus facultades, no tienen límite. Ahí, donde el hombre se abre a otras posibilidades, cuando está al tanto en que su carrera, ya es el otro tren que lo lleva y de ahí no iba a caerse nunca, hasta no contemplar sus sueños en un trofeo, no se bajaría sin ver su nombre relinchando en los noticieros.  Esa misma temporada, tuvo la oportunidad de iniciar contra Minatitlán, dejó el juego empatado a cuatro carreras. Pero el destino, ¡ay! ¿Quién dice que no existe?  Javier Martínez fue dado de baja en la siguiente temporada y Francisco de nuevo estaba en la cuerda, balanceándose… Fernando Villaescusa era el nuevo manejador,  con una historia que iba entre lo verídico y absurdo, Campos le contó su desgracia en Calquini.  
-Paisano, contestó Villaescusa, -voy a darle oportunidad de abridor,  todo dependerá de usted-.
-Gracias Fernando…
Después de siete victorias consecutivas, Pancho probó la derrota, esa temporada llegó a diez triunfos, el título de novato del año fue solamente de él. Su nombre hoy está en las Series del Caribe como un lanzador victorioso, a un paso estuvo de obtener la triple corona de picheo en la Liga Mexicana del Pacífico, conquistándola en el verano del dos mil cuatro. De su mano, el equipo Piratas de Campeche se coronó campeón de la Liga Mexicana de Béisbol. Los Venados de Mazatlán resultaron vencedores este año (2005) de la Liga Mexicana del Pacifico, dándole el primer lugar a México en la Serie del Caribe, en la ciudad de Mazatlán, Sinaloa. Por primera vez una ciudad sede del circuito mexicano, obtenía tan alto rango, y Francisco consiguió la victoria que los hizo campeones. En su natal Guaymas,  Sonora, una calle lleva su nombre y él es uno de los hijos predilectos de este puerto. Francisco un emblema Sonorense. Hoy, seis trofeos adornan la entrada de su casa en Campeche, Campeche… Estos son algunos de los nombramientos que le otorgaron en el pasado juego de las estrellas del Béisbol Mexicano.
  Jugador más valioso
  Campeón de juegos ganados,   12
  Campeón de Ponches, 99
  Campeón de ganados y perdidos,  12-2 (8.57)
  Picher del año
  Campeón P. C. L. A.  (Porcentaje en carreras limpias admitidas), 1.47
 
 
 
 
 
 
 
     San Luis Potosí, Junio 20 del 2005

 
  

 

 
 



 

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