Francisco Campos Machado y su otra historia
Elia Casillas
No te des por
vencido
ni aún vencido,
no te sientas esclavo
ni aún esclavo;
trémulo de pavor,
piénsate bravo
y arremete feroz
ya mal herido.
ni aún vencido,
no te sientas esclavo
ni aún esclavo;
trémulo de pavor,
piénsate bravo
y arremete feroz
ya mal herido.
Alma
Fuerte, poeta argentino
Hoy
su pie tenía tres fallas, para él, que era receptor dentro del béisbol mexicano
y estadounidense, aquello era una hecatombe. Las distinciones recibidas en la
academia de Pastejé, a donde lo llevó su hermano Raúl, hoy, pasarían al armario de su biografía. Hoy, eran
pequeños trozos de historia inconclusa, una historia que aunque él no la
aceptaba, le pertenecía. Campos no iba a irse entre los escombros de su vida
anterior, nació aguerrido. Sin embargo; la noche, el día y su realidad, decían que de alguna
manera, esto era el final. Un final
suyo, con todo y la desafortunada barrida que tuvo en el home plate. Francisco;
de muslos vertiginosos nunca midió lo desmejorado del estadio de Calquini. En
un instante, una anotación fraguó su próximo calvario. Cuando lo levantaron, era
para una operación, una cirugía incierta, donde sus huesos ya iban en otro
juego, la fatalidad, o la mano invisible de la suerte, en un tropiezo dejó su
ficha viendo, para el lado que Francisco nunca sospechó. Sus pies, antes livianos se negaban al nuevo
recorrido. Un tobillo en tres partes, tres partes que nunca ligaron igual, pero
que de igual forma, alteraban su carrera para siempre. ¿Resignarse a perder lo
andado? Si, eso le dijo su manejador Javier Martínez “La Escopeta”, un hombre
de casi dos metros, conocedor de la redondez de la pelota y sus vueltas, de sus
movimientos al quedarse en la mano del lanzador y tomar la inclinación que dan
los dedos cuando gira, y gira, y gira, para caer donde ella quiere, cuando hay un
tirador con coraje, para controlarla. Javier,
viendo que Francisco tenía buena velocidad dijo:
-Tu
brazo es muy bueno, ¿por qué no lo intentas de lanzador?
-No
Javier, no puedo dejar todo para ser picher, yo soy cacher.
-Pancho,
creo que tu carrera como receptor se ha
terminado, tus pies ya no son los mismos y tú dependes de ellos, inténtalo, yo
te enseño.
-Javier
me gradué con honores en Pastejé como cacher, ¿crees que yo pueda ser un buen
picher?
-Si
Pancho, con trabajo sé que podrás hacerlo bien.
-Entonces,
hagámoslo Javier, tú sabes más que nadie.
Aunque
durante su niñez y adolescencia en ligas pequeñas, había sido lanzador algunas
veces, ahora todo era distinto, tenía un sueldo y ya encarrilado en su nuevo
oficio, puso todo para seguir cobrando un cheque. Javier siempre estuvo al
pendiente de Francisco, animándolo y dándole consejos y trucos que sólo los grandes
lanzadores tienen, para llevarlo atinadamente a su nuevo quehacer. Cuando ya estaba preparado habló de nuevo con
él:
-Pancho,
vas a entrar a pichar cuando los partidos estén muy colgados, en contra, o a
favor…
-Está
bien Javier, como tú digas.
Hoy
estaba del otro lado, su cuerpo ya iba en otro rumbo, y no le quitaba el ojo a los lanzadores y se veía en una loma,
preguntándose cómo le iría, si él estuviera ahí. Esa noche llegó, a una señal
de Javier se fue al calentadero. ¿Miedo? ¿Felicidad? ¿Frío? De pronto, vino
desde el fondo del estadio, surgió cuando el equipo estaba harto de carreras, era
su oportunidad y ésta, nadie iba a quitársela. Llegó con el alma bien puesta,
sus dedos armados de valor, las piernas, hoy tenían un ritmo diferente, pero
él, estaba de nuevo en la pelea. Mil novecientos noventa y cinco el año de su providencia;
ante los Tigres del México y frente a su primer contrincante Luis Fernando
Díaz, demostró que la ambición nunca se
deja en la almohada, que hay que ser un combatiente, y pelear, y pelear y pelear
con el talento en la mano, para subir la escalera del béisbol. Cara a cara con Luis Fernando, lo hizo sentir
el soplo que deja una pelota cuando el bat no la toca, y éste se fue a la
caseta, sin imaginar que Campos iba en la avenida de los chocolates y ante su
próximo alias: Pancho Ponches. Iba por
donde los juegos dependen en un… ¿noventa, ochenta, setenta por ciento de un
picher? El segundo bateador, tampoco
pudo ver sus tiros y siguió la misma brecha del anterior, y venía el tercero… También
cayó en el mismo hueco. Tres hombres, tres outs, tres ponches, y Francisco ahí,
con un manejador orgulloso de su pupilo, de un alumno que estaba en su mismo
hilo, del hombre que sabe cuanto puede dar un atleta cuando sus facultades, no
tienen límite. Ahí, donde el hombre se abre a otras posibilidades, cuando está al
tanto en que su carrera, ya es el otro tren que lo lleva y de ahí no iba a
caerse nunca, hasta no contemplar sus sueños en un trofeo, no se bajaría sin
ver su nombre relinchando en los noticieros. Esa misma temporada, tuvo la oportunidad de
iniciar contra Minatitlán, dejó el juego empatado a cuatro carreras. Pero el destino,
¡ay! ¿Quién dice que no existe? Javier
Martínez fue dado de baja en la siguiente temporada y Francisco de nuevo estaba
en la cuerda, balanceándose… Fernando Villaescusa era el nuevo manejador, con una historia que iba entre lo verídico y
absurdo, Campos le contó su desgracia en Calquini.
-Paisano,
contestó Villaescusa, -voy a darle oportunidad de abridor, todo dependerá de usted-.
-Gracias
Fernando…
Después
de siete victorias consecutivas, Pancho probó la derrota, esa temporada llegó a
diez triunfos, el título de novato del año fue solamente de él. Su nombre hoy
está en las Series del Caribe como un lanzador victorioso, a un paso estuvo de
obtener la triple corona de picheo en la Liga Mexicana del Pacífico, conquistándola
en el verano del dos mil cuatro. De su mano, el equipo Piratas de Campeche se
coronó campeón de la Liga Mexicana de Béisbol. Los Venados de Mazatlán
resultaron vencedores este año (2005) de la Liga Mexicana del Pacifico, dándole
el primer lugar a México en la Serie del Caribe, en la ciudad de Mazatlán,
Sinaloa. Por primera vez una ciudad sede del circuito mexicano, obtenía tan
alto rango, y Francisco consiguió la victoria que los hizo campeones. En su
natal Guaymas, Sonora, una calle lleva
su nombre y él es uno de los hijos predilectos de este puerto. Francisco un
emblema Sonorense. Hoy, seis trofeos adornan la entrada de su casa en Campeche,
Campeche… Estos son algunos de los nombramientos que le otorgaron en el pasado
juego de las estrellas del Béisbol Mexicano.
Jugador más valioso
Campeón de juegos
ganados, 12
Campeón de
Ponches, 99
Campeón de
ganados y perdidos, 12-2 (8.57)
Picher del año
Campeón P. C. L.
A. (Porcentaje en carreras limpias
admitidas), 1.47
San Luis Potosí, Junio 20 del 2005

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