domingo, abril 14, 2013

‘Por esta hebra’ y los afanes mágicos de su mundo interior: Mara Romero




TRIBUNA


Llegué temprano media hora, tenía que estar con Elia y la presentación de su penúltimo libro “Por esta Hebra”, (ella tiene mucho por escribir ); me emocionaba, me gusta mucho su trabajo.

Elia es única, y nada fácil, la autora es una poeta en todo su ser, siempre a la pasión, una profunda pasión que se nota arraigada en el alma, en la tinta, una pasión que la consume y la evidencia como una fogata mal tapada, a favor de todos los que amamos su trabajo, y es que Elia escribe con cincel de hierro cada palabra, espontánea directa, ¿cómo no? Me digo, si a esta mujer la mueven sus propios latidos.

Hay veces me exaspera, es terca con sus convicciones, y nunca acepta estar mal en sus percepciones, pero otras veces me tumba la ternura con ese enorme corazón que es, su fe por Dios, su amor por su familia, y sobre todo su autenticidad escalofriante, y un compromiso sólido por las letras, por eso es Elia, nuestra Elia, y siempre lo será y para mí una de mis poetas preferidas.

La mujer es performera natural, ella misma es un espectáculo, su temple altisonante, la lleva a expresarse, necesita hacerlo, a ella no le basta escribir, sin tanto que tiene que repartir su sentir sin rebuscar los métodos, y así después de una excelente lectura de los maestros Juan Diego González, y la maestra Concepción Pérez.

La poeta subió después de escuchar las acertadas palabras de los maestros, Elia llegó al escenario en trance; nos ventiló sus palabras, había veces cálidas y otras fuertes, pero nunca simples, no hay tregua, no hay posturas, es el alma de la mujer la que habla, como un afilado cuchillo abre el sentir de todos los presentes, la guitarra ayuda, nos pone en su escenario propio, es Elia que está deshebrando su sentimiento, rezonga, alude, maldice y añora, pero siempre nos hace llegar el impacto como un golpe seco, y me digo, mi amiga es una gran poeta.

“Por esta hebra” está compuesto por lo que llamamos un poema de largo aliento, Elia no se dio concesiones, y es que se dio, avanzó sin aliento, sin permiso de nadie, ni de ella misma, y nos lo advierte desde principio con un epígrafe que abre el libro “He muerto millones de veces, en cada cementerio hay una como yo, con el mismo vestido, la misma voz y amor suicida”.

Uno avanza en el libro (lo leí, durante la noche y lo disfrute, lo sentí); dice “Quien robó mis señales”, me iré, mis signos son letra molida, un esperar mientras duermes, tan lejos para decir ven tan cerca, para que la suerte nos ignore con su avión”.

Sensuales, nostálgicos, profanos los versos de la autora nos recuerdan una parte nuestra dormida en algún lugar de nuestro espíritu, que parece conocer muy bien el significado de las palabras, como un ya estuve yo ahí.

“Mi realidad eres tú, punta criminal con las piernas hago muecas al respaldo, soy un bache deseoso, un carrusel de fantasmas sedentarios en el sonido, de una flauta dormida” y sigue; El dolor esta obstinado conmigo, y escribo para no entrar al desorden porque destrozo la tranquilidad y me la como, pero su nombre está en la garganta espinándome, y yo cruzaré el umbral sin mi poesía vestida de blanco.

La poeta se busca y se encuentra, pero no se haya, se vuelve excéntrica solitaria y busca rutas que no sean convencionales, porque ella en sí es un ser especial y necesita caminos distintos para pasar.



* Colaboración: Mara Romero    

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