domingo, abril 14, 2013

Juan Diego González Castro, POR ESTA HEBRA


 
POR ESTA HEBRA   

PRESENTACIÓN 11/AB/2013 BIBLIOTECA PÚBLICA

Muchas gracias por acompañarnos esta noche. Agradezco personalmente a la autora, mi amiga Elia Casillas, que haya tenido la deferencia de invitarme a presentar su libro “Por esta hebra”. Esto lo digo porque ya fue presentado nada más y nada menos que en la FIL de Guadalajara, es decir, en la feria del libro más reconocida en el país. Y ahora está en Cajeme.

¿Qué podemos encontrar al abrir el libro y empezar a leer? Es un poema, unido por una red de metáforas construidas por la autora para mantener al lector pegado a sus páginas. Es un poema de largo aliento que nos recuerda la literatura Neoclásica del siglo XVIII y principios del XIX. Sin los recursos estilísticos obligados de aquellos tiempos, como la versificación estrictamente rimada por ejemplo; pero apegada al estilo de los autores decimonónicos, mantiene la unidad temática. “Por esta hebra/ mojo los dedos en mi soledad” inicia el poema, para confirmar la unicidad tanto en la estructura como en el desarrollo de la voz poética que se desenvuelve como lo haría un ovillo de hilo de tejer y el lector se vuelve un tejedor que va sacando hebra.

Asimismo la lectura nos conduce  descubrir que la madeja es el corazón que palpita enamorado y el deseo lo jala ininterrumpidamente: “sólo quiero su corazón/ ladrando entre los muslos”. (pág. 16) Esa concordancia nos lleva a la metáfora del verso que es génesis del poema, como ya hemos dicho, “por esta hebra”, como el hilo de la madeja que se va desenredando, para revelarnos el principio vital del ser humano: el amor.

En cada vuelta de la madeja, el hilo o hebra como dice el poema, nos acerca a los más íntimos sentimientos y pasiones, al mostrar su amor insatisfecho, amor  que está dispuesto a perder su individualidad y dejarse, no sólo seducir, también conducir, manejar, utilizar, manipular y dominar. “Quise ser marioneta/ y que me pusieras un vestido blanco”. (pág. 18) Quien ama, se entrega hasta el punto de la alienación o peor aún, hasta la vacuidad y la nada.

¿Pero que recibe a cambio de esta entrega? Simple y pura indiferencia. Cito el poema: “Tanto amor/ y no escuchas,/ entre nosotros un infierno gana/ ni siquiera la pasión es suficiente para alzarnos,/ no existe en este apego una victoria, -sin embargo- reconocí tu corazón entre las piedras.” (pág. 18) Uno que se da a si mismo y el otro, es una piedra.

A pesar de todo, existe -dice el refrán- “un hilito de esperanza”. De nuevo, como antes lo fue y ha sido, desde los primeros tiempos, lo es ahora en el siglo XXI, el amor se mantiene: “Entre usted y yo hay una hebra,/ no la corte, tampoco la deje crecer, /un filamento de ternura podría matarnos”. (pág 21) El poema se aferra, porque el amor existe, aunque sea escondido y débil, pero ahí está presente.

Así la hebra sigue saliendo en cada verso, y la madeja gira y gira, para mostrar que el amor no se desaparece ni cambia de color, como hacen los textileros de la lejana China, con sus telas de seda, que le ponen color y la cambian. Sin embargo, jalar la hebra puede ser peligroso: “¿Aún lo dudas? el amor es una bomba/ que nos hace estallar cuando llega” (pág. 25. El inexorable dolor unido al amor es sólo cuestión de tiempo, o como propone la autora, sujetar la hebra nos conduce a un estallamiento de sentimientos, al desbordamiento de las pasiones.

Por lo tanto el amor debe dosificarse ¿Alguno de los presentes ha sacado con demasiada prisa un hilo del ovillo? ¿Qué pasa? Por supuesto que el hilo te quema la piel de los dedos, además de enredarse y complicarnos la existencia. El amor desbordado puede destruirnos.

“Soy pájaro maltrecho que busca una nube/ en la lluvia fina, lánguida” (pág. 67) En esta parte del poema, la dicotomía amorosa se vuelve manifiesta en esta parte del poema. La voz poética suplica por un refugio, se sabe lastimado por la incomprensión, frustración e impotencia del desamor, como el ave desconcertada vuela en medio de la lluvia que moja su existencia y cubre sus alas de pesadez vital. Y en un arrebato “quita la tristeza con agua y jabón” (pág. 67), como si eso pudiera aliviar su pena lastimera, su honda melancolía, con ganas de lanzarse al vacío… pero eso es imposible, está unida al desamor por una hebra “atada para siempre a tu esqueleto” dice en la pág. 69.

“Las horas se despiden” (pág 138) expresa con afabilidad inexistente, a fuerza de sobrevivir por puro desamor y desgano, amarrada al hilo de la vida. En la parte final de la obra, se atisba que la hebra vuelve a su origen, a su punto de partida: “No monté en tu sal los muslos/ ni hice del amor un cuento de amapolas/ tampoco pude quitarme el cuerpo para dártelo, ni guardar la voz en un lámpara para que ardiera, solo te amé.” (pág 139). La historia contada mil veces, desde el Neanderthal que se reunía alrededor de las primeras fogatas hasta el astronauta que le revela a su compañero de viaje a Marte, la incomprensión de su mujer. El amor es abismo, manzana, lluvia de fuego, estatua de sal o quizá, como afirma Elia Casillas “una broma de Dios”.

Muchas gracias.

 

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