lunes, septiembre 26, 2011

Vladimir Maiakovski



EL POETA ES UN OBRERO




Se le ladra al poeta:

«¡Quisiera verte con un torno!

¿Qué, versos?

¿Esas pamplinas?

¡Y cuando llaman al trabajo, te haces el sordo!»

Sin embargo

es posible que nadie

ponga tanto ahínco en la tarea

como nosotros.

Yo mismo soy una fabrica.

Y si bien me faltan chimeneas,

esto quiere decir

que más coraje me cuesta serlo.

Sé muy bien

que no gustáis de frases vacías.

Cuando aserráis la madera, es para hacer leños.

Pero nosotros

qué somos sino ebanistas

que trabajan el leño de la cabeza humana.

Por supuesto

que pescar es cosa respetable.

Echar las redes.

¿Quién sabe? ¡Tal vez un esturión!

Pero el trabajo del poeta es más beneficioso:

la pesca de hombres vivos, esto es lo mejor.

Enorme, ardiente es el trabajo en los altos hornos,

donde se forma el hierro chisporroteante.

¿Pero quién

se atrevería a llamarnos holgazanes?

Nosotros bruñimos las mentes con áspera lengua.

¿Quién es más aquí?

¿El poeta o el técnico

que procura a los hombres

tantas ventajas prácticas?

Los dos.

Los corazones son también motores.

El alma es también fuerza motriz.

Somos iguales.

Camaradas de la clase trabajadora.

Proletarios del cuerpo y del espíritu.

Solamente unidos

solamente juntos podremos engalanar el universo,

acelerar el ritmo de su marcha.

ante una oleada de palabras, levantemos un dique.

¡Manos a la obra!

¡Al trabajo, nuevo y vivo!

Y a los que discursean

que se les mande al molino.

¡Para que el agua de sus discursos haga girar sus aspas!







CONVERSACIÓN CON EL INSPECTOR FISCAL SOBRE POESÍA



Ciudadano inspector,

perdone la molestia.

Gracias,

no se preocupe,

me quedaré de pie.

Quiero tratar

un asunto bastante delicado:

qué sitio ha de ocupar

el poeta

en las filas obreras.

Igual que los que tienen

tiendas y terrenos

también yo debo pagar

impuestos.

Usted me pide

quinientos al semestre

más veinticinco

por no declarar a tiempo.

Mi trabajo

es igual

a cualquier otro.

Mire

cuántas pérdidas,

cuántos gastos

invierto en materiales.

Usted sabe

naturalmente

eso que llaman rima.

Si la primera línea

termina en "ajo"

entonces, la tercera,

repitiendo las sílabas

debe poner

algo así

como "cascajo".

Si utilizo su lenguaje

la rima es un cheque,

hay que cobrarlo alternando los versos

y buscas

con detalle sufijos y prefijos

en el cofre vacío

de las declinaciones,

de las conjugaciones.

Coges una palabra

y quieres meterla en la estrofa

pero si no entra

y aprietas,

se rompe.

Ciudadano inspector:

le juro

que el poeta paga caras

las palabras.

Hablando mi lenguaje

la rima es un barril

de dinamita,

y la estrofa es la mecha.

La estrofa se consume,

y estalla la rima,

y por el aire y la ciudad

la estrofa

vuela.

¿Dónde hallar,

y a qué precio,

rimas que estallen

y de golpe maten?

Quizá sólo sean

cinco las rimas

increíbles

y sin estrenar, perdidas

más allá

de Venezuela.

Me voy a buscarlas,

haga frío, haga calor,

atado por anticipos, préstamos y deudas.

Ciudadano,

tenga en cuenta

el pago de los viajes.

La poesía

toda

es un viaje a lo desconocido.

La poesía

es como la extracción del radio

-Un año de trabajo

para sacar un gramo.

Sacar una sola palabra

entre miles de toneladas

de materia prima verbal.

Pero ¡qué ardiente

el calor de estas palabras

comparado

con la humeante

palabra bruta!

Esas palabras

mueven

millares de años,

millares de corazones.

Claro

que hay poetas

de distinta calidad.

Muchos

de hábil mano,

como prestidigitador,

sueltan estrofas de la boca,

suyas y de otros.

Y para qué hablar

de los castrados líricos.

Meten un verso ajeno

y están felices.

Eso es

robo y despilfarro

uno más entre los que azotan el país.

Esos

versos y odas

aplaudidos

hasta la saciedad

entrarán en la historia

como gastos accesorios

de lo hecho

por dos o tres buenos versos

de nosotros.

Muchos kilos de sal

habrás de comer

como suele decirse,

y fumar cien cigarrillos

hasta

sacar

la palabra preciosa

de las honduras artesianas

de la humanidad.

Rebaje por eso

los impuestos,

quítele

una rueda

a los ceros.

Uno noventa

cuestan cien cigarrillos.

Uno sesenta

la arroba de sal.

Demasiadas preguntas

su formulario tiene:

Ha viajado

o no ha viajado?

Y si le respondo

que en estos quince años

he reventado

decenas de Pegasos,

¿qué?

Póngase usted

en mi sitio,

piense en el servicio

y propiedades.

¿Qué ha de contestarme

si le digo que soy

caudillo popular

y al mismo tiempo

trabajo a su servicio?

La clase obrera

vibra en nuestras palabras,

somos proletarios

motores de la pluma.

La máquina

del alma

se gasta con los años.

Dicen entonces:

estás gastado,

fuera.

Cada vez amas menos,

te arriesgas menos

y mi frente

desgastada

por el tiempo no arremete.

Entonces llega

el desgaste mayor,

el desgaste

del alma, del corazón.

Y cuando

este sol,

grande y redondo

se alce

en el futuro

sin lisiados ni tullidos,

ya me habré

podrido,

muerto en una cuneta

junto

a decenas

de mis colegas.

Hago

mi balance final. Afirmo,

y no miento:

entre los vividores

y actuales fulleros

seré

el único

con deudas impagables.

Nuestra deuda

es aullar

como sirenas de bronce,

entre la niebla filistea

y el fragor de la tormenta.

El poeta

siempre adeuda al universo,

paga con su dolor

las multas,

los impuestos.

Adeudo

las calles de Broadway,

los cielos de Bagdad,

el ejército rojo,

los jardines de cerezos del Japón,

todo aquello

sobre lo que aún

no pude cantar.

Al fin y al cabo

¿para qué

tanto jaleo?

¿Para disparar rimas

y atronar con el ritmo?

La palabra del poeta

es su resurrección,

su inmortalidad,

ciudadano inspector.

Dentro de cien años,

en un pliego de papel

cogerán una estrofa

y resucitarán este tiempo

Y ese día

surgirá

con fulgor de asombros,

y olor a tinta

le envolverá en su vaho,

señor inspector.

Usted, habitante convencido

del día de hoy

saque en el Comisariado de Caminos

un pasaje para la eternidad,

calcule

el efecto de mis versos,

divida

mi salario

en trescientos años.

Mas la fuerza del poeta

no estriba

en que le recuerden a usted en el futuro

y se asusten.

No.

Hoy

la rima del poeta

es caricia también,

consigna,

látigo,

bayoneta.

Ciudadano inspector,

pagaré cinco

quitando los ceros que van detrás.

Por derecho

yo

reclamo un hueco

entre las filas

de los obreros

y campesinos más pobres.

Y si usted piensa

que todo consiste

en saber utilizar

palabras ajenas,

entonces, camaradas,

aquí tienen mi pluma,

y escriban

ustedes

cuanto quieran.





¡A todos!


No se culpe a nadie de mi muerte y, por favor,

nada de chismes. Lili ámame.

Camarada gobierno, mi familia es: Lili Brik, mi madre, mis hermanas y Verónica Vitaldovna Polonskaya.

Si se ocupan de asegurarles una existencia decente, gracias.

Por favor den los poemas inconclusos a los Brik,

ellos los entenderán.

Como quien dice

la historia ha terminado.

El barco del amor

se ha estrellado

contra la vida cotidiana

Y estamos a mano

tú y yo

Entonces ¿para qué

reprocharnos mutuamente

por dolores y daños y golpes recibidos?


150.000.000




150.000.000 es el nombre del artífice de este poema.

Su ritmo: la bala.

Su rima: el fuego saltando de un edificio a otro.

150.000.000 hablan por mi boca.

Esta edición fue impresa con la rotativa de los pasos,

en el papel vitela del adoquinado.



¿Hay quién pregunte a la luna?

¿Hay quién pretenda que el sol le rinda cuentas?

¿Quién se atrevería a afirmar: este es el autor

más genial de la tierra?



De igual modo

este poema

no tiene autor.

Su única idea es

brillar en el día naciente.

Ese mismo año,

en ese día y hora,

bajo tierra,

en la tierra

por el cielo

y aún más arriba

aparecieron estos

carteles,

octavillas,

afiches:



«A TODOS¡

¡A TODOS!

¡A TODOS!

¡A todos

los que ya no aguantan más!

¡Salid

y marchad juntos!»



(firmas):

La Venganza -maestro de ceremonias.

El Hambre -administrador.

La Bayoneta.

La Pistola.

La Bomba.

(tres

firmas:

los secretarios)



¡Vamos!

¡Vamos, vamos!

¡Ja, ja,

ja, ja, ja, ja,

ja, ja!

¡Se caen!

¡Eh, Juanón!

¡Mete billetes en la alpargata!

¡No vayas descalzo al mitin!

¡Adiós, Rusia del alma!

¡Se acabó el pobre!

¡Ya encontramos otra Rusia!

¡La internacional!

¡Vamos!

Sentado en sillón de oro

toma té con bizcochos.

Iré a verle,

furioso.

Iré a verle

tísico.

Iré a verle

y le diré:

«Wilson, oye

Woodrow,

¿quieres un cubo de mi sable?

Ya verás...»

Llegaremos hasta el mismísimo

hasta Lloyd George

Y le diremos:

«Oye,

Jorgito...»

-Hasta él no llegas.

Hasta él hay océanos.

Con esos

no puede

el jamelgo ruso

No importa.

Iremos a pata.

Despertaba a la llamada

de los bosques

Fieras y fierecillas segregaban fuerza.

Un lechón gruñía aplastado por un elefante.

Los cachorros formaban hileras de cachorros.

El grito humano es insoportable.

Pero la fiera

se exprimía el alma.

(Os traduciré el bramido de los animales,

si no conocéis la lengua animal):

«¡Escucha, Wilson,

bola de grasa!

Si la culpa es del hombre,

castígalo.

Nosotros

no hemos firmado el pacto de Versalles.

Las fieras, sí,

¿pero por qué debemos pasar hambre?

¡Que sufran ellos nuestro dolor animal!

¡Quién pudiera hartarse una vez más!

¡Vamos a las Indias, rebosantes de hierbas!

¡A las praderas americanas!»

¡Oh! ¡Oh-uh!

Ya no cabemos en la jaula-bloqueo.

¡Adelante, automóviles!

¡Al mitin, motocicletas!

¡Lo pequeño, a la derecha!

¡Ceded el paso a los camiones!

¡Los caminos se pusieron en fila india!

Escuchad loq ue dicen los caminos

¿Qué dicen!

«Nos asfixiamos de tanto viento y polvo,

retorciéndonos en los railes por estepas hambirentas.

Por dóciles kilómetros sin empedrar,

estamos hartos de arrastrarnos tras los presidiarios.

Queremos saturarnos de asfalto,

ceder bajo el peso del expreso.

¡levantáos!

¡Basta de dormir

carreteras mecidas por el polvo!

¡Vamoooos!»

¡Vamos a las minas!

¡A por pan!

¡A por el moreno!

Sembrado para nosotros.

Sin leña

sólo los tontos pueden andar.

¡Al mitin, locomotoras!

¡Locomotoras, al mitin!

¡Rápiiiido!

¡Rápidorápido!

¡Eh,

regiones,

levad anclas!

Tras Tula, Astrakán,

una mole tras otra,

inmóviles

desde Adán,

arrancaron

y avanzan

sobre otras, con ruido de ciudades.

Llevando por delante la oscuridad rezagada,

tropezando con las frentes de los faroles,

iban al mitin legiones de luz,

con las zancadas de postes eléctricos.

Y por encima

conciliando el agua y el fuego,

pudriñendose de ahogados, fluían los mares.

«¡Paso a las olas del Caspio!»

¡No volveremos a Rusia!

No en el flaco Bakú.

en las playas de la jubilosa Niza

brincaremos con la ola mediterránea.»

Y, por fin,

tras el trueno

de correr y trotar,

respirando a pleno pulmón,

en borbotones de nubes salieron por los agujeros

los aires ya tormentosos de Rusia.

¡Vamo-o-o-s!

¡Vamosvamos!

¡Y todos

los ciento cincuenta millones de gentes,

billones de peces,

trillones de insectos

animales salvajes,

animales domésticos,

centenares de regiones,

con todo lo que hay construido,

lo que vive en ellas,

todo lo movible,

inamovible,

lo que apenas se movía,

reptando,

arrastrándose,

nadando.

Marcho en avalancha

¡en avalancha!

Y retumbaba el sitio

donde estuvo Rusia.

Lo importante

no es comerciar con sacarina,

¡El corazón quiere ser campana que doble!

Hoy

al paraíso

lanzaremos a Rusia

más allá de los irisados pozos del crepúsculo.

¡Ja, ja,

ja, ja, ja, ja,

ja, ja!

¡Vamosvamos!

¡A través de la guardia blanca de las nieves!

¿Por qué las regiones sacan sus carnosidades

de los límites que por siglos les fijaron las autoridades?

¿Por qué aguzan el oído de los cielos?

¿A quién atalaya el horizonte?



Por eso

hoy

ls ojos del mundo entero

están puestos en nosotros

y todos los oídos alertas

captan el más mínimo

sonido nuestro

Para ver esto

Para escuchar estas palabras:

esto es la voluntad de la revolución,

lanzada mñas allá de sus últimos límites

esto

es un mitin

armazones de máquinas,

gentes, y cuerpos de animales,

esto

son manos

patas

pinzas

bielas

levantadas

aun donde el aire enrarecio

prometiendo una misma cosa al unísono.

Olvidad

a los poetas

que lanzan aullidos celestiales,

olvidadlos,

escuchad esta canción:

«Vinimos a través de ciudades,

nos abrimos paso en la tundra

pisamos fango y charcos.

Vinimos millones

millones de obreros,

millones de trabajadores y empleados.

Vinimos de las casas,

escapamos de los almacenes,

de las callejuelas alumbradas

por los incendios.

Venimos millones,

millones de objetos,

destrozados,

rotos,

arruinados.

Bajamos de las montañas

reptamos por bosques

y campos de cebada agostados por los años.

Vinimos, millones,

millones de ganado,

cerriles,

embrutecidos,

hambrientos.

Vinimos

millones

de impíos,

paganos

y ateos

con la frente,

el hierro oxidado,

el campo

Recemos todos

a Dios, con fervosr.

¡Aparece,

no de un mullido tálamo estelar,

Dios de hierro,

Dios de fiego

Dios, ni Marte,

ni Neptuno, ni Vegas,

Dios de la carne,

¡Dios-Hombre!

Baja de las estrellas que brillan en las arenas,

liberado de las alturas,

terrestre,

¡sal,

aparece

entre nosotros!

No el que

«estás en los cielos».

Hoy

a la vista de todos

obraremos milagros,

nuestros propios milagros.

Nos encabritamos

si en tu nombre

hay que batallar

en medio del humo

en el fragor del turno.

Nuestras hazañas

serán más difíciles que las del Creador

que llenaba

de cosas el vacío.

No sólo tenemos que construir

con imaginación nueva,

sino también dinamitar lo viejo.

¡Sed, danos de beber!

¡Hambre, aliméntanos!

Ya es hora

de llevar

el cuerpo al combate.

¡Más tupida

sea la descarga

contra los cobardes!

¡Contra el montón,

fuego de metralla!



¡Que todo venga

del mismísimo fondo del alma!

¡A fuego,

a llama,

a hierro,

a luz,

abrasa,

quema,

corta,

destruye!



Nuestras piernas

son abanicos que aventan la polvareda.

Nuestras aletas son naves

Nuestras alas son aeroplanos.

¡Caminar!

¡Volar!

¡Cruzar!

¡Rodar!

haciendo inventario del mundo entero.

Si esa cosa es útil,

bien,

sirve.

Si es inútil,

¡al diablo!

Una cruz negra.

¡Acabaremos contigo,

mundo romántico!

Basta de fe

en el alma,

¡electricidad,

vapor!

¡Basta de mendigos!

¡Embolsad las riquezas de todos los mundos!

¡Matad cuanto es viejo!

¡De los cráneos haced ceniceros!

Arrasadas

las antiguallas,

un mito nuevo

se impondrá en el mundo.

Romperemos con el pie

la barrera del tiempo

Miles de arcoiris

colorearán el cielo.



En un mundo nuevo se abrirán

las rosas y los sueños ensuciados por las rimas.

Todo estará hecho

para el placer

de los niños grandes que somos.

Inventaremos

rosas nuevas,

rosas de capitales con pétalos de plazas.

Vosotros,

los marcados con el estigma del suplicio,

ved al verdugo de hoy.

Y sabréis

que los hombres

pueden ser cariñosos,

con el amor

que la estrella trepa por un rayo.

Nuestra alma

será

confluencia de los Volga de amor.

Todo el que las aguas traigan

-tú o cualquier otro-

será bañado por una mirada luminosa.

Por las arterias más finas

boaremos

las naves faéricas de los hallazgos poéticos.

Y tal como lo escribimos

el mundo será

el miércoles

y ayer

y hoy

y mañana

y siempre,

por los siglos de los siglos.

Por el verano secular,

lucha,

canta:

«En la batalla final»

¡Coreemos un himno común!

¡Más de un millón!

¡Multipliquémonos por cien!

¡Vamos, por las calles!

¡A los tejados!

¡Tras los soles!

¡En los mundos!

¡Gimnastas de la palabra!

Y Rusia

ya no es un pordiosero

no es un montón de escombros,

no es ceniza de casas

Rusia

Rusia entera

es un solo Iván

sus brazos

son

el Neva

y sus pies las estepas del Caspio.



El siguiente fragmento narra el cuerpo a cuerpo que sostienen Iván, en harapos tras atravesar océanos y montañas, y W. Wilson, en Chicago.



Atrincherado en su palacio,

Wilson resiste,

acciona unos resortes dorados,

y de inmediato se alarga

la cadena de formaciones inhumanas.

Más terrible que tanques,

que aguerridos regimientos,

el hambre

se levanta, sin vientre,

con cien bocas,

con millones de mandíbulas,

y sale de un salto.

Muerde una ciudad -se rompe como una nuez.

Atrapa una villa -y sus huesos crujen.

A los hombres,

a los animales,

se los traga a puñados.

Precediéndola,

aguzado el oído,

abre la marcha la ruina.

La fábrica respira.

la ruina la oye.

La ruina oye. La fábrica respira.

la ruina estrecha,

la fábrica se desmorona.

Ataca, blandiendo un trozo de vía férrea.

Todo se convierte en polvo,

declina,

se hunde.

¡Prepárate!

¡Al ataque!

¡Trabaja!

¡Suda!

La garganta del hambre,

el morro de la ruina,

¡Las estrangularemos

con el nudo corredizo de las vías férreas!

Y cuando el país iba a quedar sin aliento

-cortado por el hambre-

entonces,

blandiendo el ariete hidráulico de los trenes,

el transporte se puso en marcha.

Las locomotoras, con su blanca barba al viento,

combaten,

el hambre cede,

y los trenes cargados de trigo,

empezaron a pasar por encima de su cuerpo

comiéndose los restos.



Estremecido de rabia,

Woodrow

ordena:

«Aniquiladlo enseguida»

y envía enjambres de guerreros jóvenes...

Y todos avanzan protegidos por el fango,

espiroqueta sobre espiroqueta,

vibrión sobre vibrión.

El veneno de los microbis,

las patas de los piojos,

ensucian la sangre,

hacen cosquillas a los cuerpos.

De una copa inédita

surgen las enfermedades,

de pronto,

el hombre

adormecido

se llena de manchas

se hincha, y estalla

como un hongo.

Entonces se ponen en marcha

precedidos por cierta

farmacia arcoiris,

poniendo en las troneras botellas de fenol,

lazaretosm

clínicas,

hospitales.

Los piojos retroceden

estrechando filas,

perseguidos

por el fuego

de los microscopios.

La cadena desinfectante los golpea y golpea.

Los enemigos son puestos

patas arriba.

Y abajo

blandiendo como bandera una receta,

desfila triunfalmente el Narkomzdrav del mundo entero

De Wilson sale un extraño sonido,-

Enfermedades y penurias han sido vencidas,

y envía su último ejército,

el ejército envenenado por las ideas.


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