NADIE QUIERE QUEDARSE
CON LO FEO, AUNQUE SEA UN CAMELLO, POR NO HABLAR DE UNA MUJER FEA.
La mujer intenta por
todos los medios ser guapa, o al menos parecer guapa. Y una vez atrapado en sus
encantos, la mujer empieza a escapar del hombre, porque en eso consiste el
juego. Si tú empiezas a escapar de ella, ella se acercará a ti, empezará a
perseguirte. En el momento en que tú empiezas a perseguirla, ella empieza a
escapar. ¡Así es el juego! No es amor, es algo inhumano, pero es lo que ocurre
y lo que lleva ocurriendo desde hace siglos. Hay que andarse con cuidado. Toda
persona tiene una tremenda dignidad, y nadie puede quedar reducido a un
producto, a un objeto. Respetad a los hombres, respetad a las mujeres, porque
ambos son divinos. Y olvidaos de la vieja idea de que es el hombre quien le hace
el amor a la mujer: es una estupidez. Parece como si el hombre fuera el
ejecutor y la mujer estuviera ahí para que le hicieran algo. Incluso en el
lenguaje, a veces se presenta al hombre como quien hace el amor, como el que
actúa, mientras que la mujer solo está ahí como receptora pasiva. No es cierto.
Ambos se hacen el amor mutuamente, ambos son ejecutores, ambos participan, y la
mujer a su manera. La receptividad es su forma de participar, pero participa
tanto como el hombre. Y que no crea el hombre que solo él le hace algo a la
mujer; también ella le hace algo al hombre. Ambos hacen algo inmensamente
valioso. Se ofrecen el uno al otro, comparten sus energías. Ambos os ofrecéis
en el templo del amor, en el templo del dios del amor. Es el dios del amor quien
os posee a los dos, en un momento sagrado. Camináis por terreno sagrado. Y
después, la conducta de las personas tendrá un carácter completamente distinto.
Es bueno ser bello, pero feo intentar aparecer bello. Es bueno ser atractivo,
pero feo ingeniárselas para resultar atractivo, porque es pura astucia. Las
personas son bellas por naturaleza. No hay que recurrir al maquillaje. El
maquillaje es feo, y solo contribuye a afear aún más. La belleza está en la
sencillez, en la inocencia, en la naturalidad y la espontaneidad. Y si eres
bello, no utilices tu belleza como arma de poder: es una profanación de la
belleza, un sacrilegio. La belleza es un don de Dios. Compártela, pero no la
utilices para dominar, para poseer a otro. Y tu amor se convertirá en oración,
y tu belleza en una ofrenda a Dios.
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