Aquel cuyo rostro no irradia luz nunca será estrella.
A la atareada abeja no le queda tiempo para la pena.
Así como el arado sigue a las palabras, Dios recompensa las plegarias.
El acto más sublime consiste en poner a otro delante de ti.
El gusano perdona al arado que lo corta.
El necio no ve el mismo árbol que ve el sabio.
El zorro se provee a sí mismo, pero Dios provee al león.
En años de escasez, usa número, peso y medida.
La eternidad está enamorada de las creaciones del tiempo.
La prudencia es una fea y rica solterona cortejada por la incapacidad.
La senda del exceso lleva al palacio de la sabiduría.
La verdad nunca puede decirse de modo que sea comprendida sin ser creída.
Los tigres de la ira son más razonables que los caballos de la instrucción.
Las horas de la locura las mide el reloj, pero ningún reloj puede medir las horas de la sabiduría.
Ningún alimento sano se atrapa con red ni trampa.
No hay pájaro que vuele demasiado alto si lo hace con sus propias alas.
Piensa por la mañana, actúa a mediodía, come al anochecer y duerme por la noche.

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