El Señor es mi Pastor...
De pronto, no entendemos por qué, a cada paso, nos enfrenta la desdicha, apenas pasa una, cuando aparece otra. ¿Son pruebas? ¿Quién pone estas experiencias? Somos nosotros o ¿hay una mano invisible la que nos toma para navegar por el sitio equivocado? Imagino la tormenta perfecta. Nosotros en el barco, a lo lejos, invisible, ella, esperando para terminar con cualquier plan futuro, para finalizar algún propósito a la vista. El navío tiene una radio y nos advierten del peligro, aseguran que no saldremos vivos de esa tempestad, piden que regresemos. ¿Éste es un mensaje divino para salvarnos, quizá, de una muerte segura? ¿Por qué seguimos? ¿Por qué no medimos el peligro, si existe un aviso de la radio? La carga que lleva el buque, ¿es más valioso que una vida? A veces, hay que deshacernos del cargamento, empezar de nuevo, sólo tenemos una existencia, ya nos haremos de otra fortuna. Pero ese paso, cuando eres el capitán de tu carabela requiere de paz en medio del océano, hay que sacar a flote el galeón, ¿qué te queda? El carácter, porque tal vez no eres creyente, un ser religioso cuenta con Dios, está con su fe, existe una esperanza: el aviso de la radio en medio de los relámpagos, nos advierte. Qué difícil es descifrar las señales de Dios, porque ÉL es un espíritu y, queriendo salvar la embarcación, por más señales que nos gira, no podemos verlas. No es sólo el mar embravecido, es el cerebro, librando una de sus más grandes luchas, ampararse, proteger a la gente, tirar el cargamento, trasladar con bien a la barcaza. Quizá hoy perdimos el oro, los refrigeradores con todo lo capturado, las hermosas telas o las especies, sin embargo, arribamos al muelle, la barca volvió intacta, la tripulación avanza completa. Un descanso en paz, para preparar la siguiente aventura. El espíritu necesita una tregua, sanar de sus apegos, al final de la jornada, lo único que importa es la vida, viajes habrá muchos, pero si mueres, aquí ancla el recorrido.
Navojoa, Son. May./1/2023

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