ANÁLISIS
DEL LIBRO “POR ESTA HEBRA”, DE: ELIA CASILLAS
Elia
Casillas desde su primer libro viene contemplando la admiración por la obra de
los pintores, es motivo de celebración, sus obras que anteceden al nuevo libro,
son: “Ante el Cristo repujado que me ve” “Sola sin tu sombra”
(2008), Reyes y Ases del Béisbol (2009) y hoy con beneplácito invito a leer: “Por esta hebra” (2012) reimpreso
en 2013.
Elia
Casillas, cautiva intensamente y conmueve con su epígrafe para este primer
acercamiento a sus letras, expresa en él… “He muerto millones de veces, en cada
cementerio hay una como yo, con el mismo vestido, la misma voz y amor suicida”.
Leí
con entusiasmo “Por esta hebra” y pude sentir el diálogo interno de sensualidad
evocadora, de pasiones recurrentes, vibra intermitentemente en la angustiante
incertidumbre humana, impulsada en el ánimo de búsquedas surcando los planos etéricos,
miedos, constantes oraciones a Dios, mirando a las estrellas. Así, cobra vida
en las conexiones intergalácticas desde la alentadora escucha del agua; elemento
universal de auténticas caricias insólitas al cuerpo físico, de emotivas
expresiones matizadas de amor, desamor, apesadumbradas, búsquedas, concertando
trasfondo en su encuentro de subjetividades y en desconciertos con la realidad,
sin cesar.
Siento
a la Poeta que despierta en la sábana caliente de las horas y desde su voz
interior leí… “y Dios es un huerto de buenas intenciones”. Real fuego de pasión que araña el aire. Ella quiso ser marioneta y añoró un vestido
blanco. Grandemente me estremeció su dolor e imaginé las tazas de café, sin
rencores, penas y aplausos sin fin.
Evoco
a ustedes algunas letras del poema… “Mi ángel no escucha, mi ángel escucha, se ahorcó anoche con tus gritos". "Revisa, no tengo grietas, los chamanes escupieron mis
heridas” y “Entre usted y yo hay una hebra”… “A Dios, nadie lo hace tonto”.
Es
lacerante el acendrado código religioso de irrompibles esquemas que se siente entre
la gran sabiduría de la Abuela y la Poeta, de ahí, les digo que ella expresa:
“Porque es lo único mío, la manda que olvidó la Abuela, antes de partirse en el
suelo y hacerme tumba de malquerencias”. Aquí percibí… Un estrecho vínculo y
otros sueltos en: “Por esta hebra”.
Así
dibuja y desdibuja la realidad que emana del interior de lo inconsciente, de
lo subjetivo, su lenguaje… Desnuda al viento que encaballa y espera a sus
pájaros que devela el amor en las hojas, luego; liga la tierra y trae consigo
sahumerios.
Desde
su duro soliloquio, se atreve, y nos dice: “y las caderas sean vigilia en la
estancada noche, sus brazos son el orden, donde tiendes tus dolencias,
siempre”. En el reencuentro de amor
escapa de la mirada de la imagen de la cruz, imagina que Dios le observa y su
escote se convierte en el arrullo y escondite de regazo de protección.
La
poeta se percibe en busca de la luz fugitiva y se atreve a mencionar la otra
cara de la vida…y le llama la Parca: “la Muerte se mueve en el tiempo y ensambla
fantasmas de la bruma”. Y la hebra da
con la Abuela y destaca la interrogante: “¿llegó el silencio con su ángel
asesino?”. Imagina la lápida, cuando
mantiene “quiero ser tu pie y que seas mi zapatilla;
cuando me señale el ojo fino de la Parca”.
Es
escalofriante cuando Elia Casillas nos lleva a imaginarla… “Estoy en la agonía
de la noche, los murciélagos versan alrededor y pican la frente, mariposeo en
la catarata del espiral lácteo y Dios, la gran paloma, florea su vestido diamante
y danza en el vals de las estrellas”. Y
se pregunta: “¿A quién le duele el gallo, si no, es su madrugada?”.
Elia
Casillas, mujer, mujer, mujer de dolor de amaneceres, que dialoga con
fantasmas, con ángeles de quebranto y clama a Dios, reza, reza, Elia, reza
entre el huracanado viento y la selva de sus poderes seductores, valiente mujer
que sufre ausencias y detiene el tiempo en tantas letras de sus silencios, que
protesta entre llantos quebrantados de desamor confundida en el cerrado cielo y
en busca de conectarse con las estrellas, desesperada suplica y clama querer
volar.
Al
fin, exclama: “Este sufrimiento no se cansa nunca” Y se pregunta: “¿Dónde lo
ahogo si no bebo?”… “¿En qué agua apago esta dolencia, si es un leño ardiendo
siempre?”… “Vendí mi sufrimiento y me pegaron con penas, quiero cantar y el
amor no me hace segunda”.
La
Poeta, zigzaguea de los cabellos, al rostro, a los ojos, a su boca, a las
piernas, las caderas, el ombligo y en cada vértebra y rastrea confabulada, se debate
con el espejo. Recubre en la “noche y fe,
regalos de Dios”, cuando declara abiertamente: “Para mí, que antes de nacer
tenía deudas y una carrera que ponía en jaque el sueño de árboles y perros”... Y,
en su serpenteo, nos dice: “abrazada a la luna debatí con el espejo su rebote,
el eco amoroso en las vísceras”… “el amor derrama su vaso de leche y
enraíza”.
Imaginemos
el amanecer: “Un gallo espera su reflejo, traspapelado despierta la estrella,
que no encuentra arrojo para romper el aire de sus plumas. Duermo con su mirada
en los hombros y aliento seducido, ¿ve? Nuestros cuerpos siempre afinaron el
primer toque de sábana y como vapor, el universo nos tirará en cualquier nube”.
Pero,
¿por qué se impugnará al conocer su aroma y con encono retará al amor?, herida
de desamparos de amor asume sentirse poema, extraviada en comas, en círculo:
“ya enseñé a mi ojos a no verte, a robarle sus tragedias y cuando el juego
llega al final, el corazón cae en cualquier zanja ebrio en oratoria, quiere un
buen pronóstico para su mendigo, un ángel que le ayude”…
Me
regreso a la página 116 y rescato de la Poeta: “En vano juras, no apuestes tu
entusiasmo, aunque me abro, no soy puerta, ten cuidado con los perros de mi
luna, si entras”… Irónicamente le dice: “hazle una fiesta a la taza de café”.
Viene
la calma, muy propia de una mujer sensata: “Conozco su aroma, ensambla en mi
candidez de perfumista, y me confunde para que no lo olvide, nombrándolo entre
mis cultos, mientras destroza este suspiro con una palabra blanca”.
A
pesar de tantas malquerencias, llega la Poeta al mar y, me atrevo a percibir
que ella percibe un océano, si así es, ella miró y vivió el amor con
intensidad, porque en su poema desentraño: “la sonrisa felina suena remota…
tengo tus ojos en el amor de los dedos y juego con ellos a las canicas”.
Es
evocadora de bendecir la hebra, porque a pesar de los vendavales de la vida,
del tiempo, del destiempo, del aliento, del desaliento, este amor está vivo,
inspirado, efervescente, arrebatado, de suerte, desnudo, de tormentas, de
celos, de seducción, despierto al amanecer, encendido de mensajes, de noticias,
de desgracias del mundo, de sumas de humanismo y crecimiento espiritual. Elia Casillas, le escribe al corazón desde la
herida, sin lágrimas ni negociaciones con el Diablo, sino que se pronuncia al
universo con pasión, con júbilo, con finura evoca a los ángeles celestes. Llena
de ilusión juega obsesiva con besos de la noche a Cupido, la imaginé encendiendo
las galaxias y siempre
con Dios.
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