lunes, noviembre 14, 2011

Gilberto Lastra Guerrero

El cielo es la herida de las nubes



Llueve

y el agua se lleva el olvido en su caudal


Hay algo de Dios entre los ríos pequeños

Tal vez ese correr incesante

muy cercano a lo interminable

o a la cadena que zurce al instante

Con otro


Adentro

La habitación naufragada en la costumbre

Y la gotera imagina ser una cascada

Y yo creo que cada gota es un delfín

Y retozan en el balde como en mar abierto


Sólo hay agua en derredor

Y el tiempo choca contra el techo

Y de nuevo el agua y los charcos


Salgo sonriendo

Y el teléfono como mensaje trae noticias tuyas

La ubicación donde se arremolinan las estrellas

Latitudes indómitas entre tus pechos a la distancia

Y esa boca me murmura lejanía

La presencia es un océano

Llego y toco la puerta


El agua me viste y presiente que tus manos serán su camino al intentar secarme

Tus manos mis amarras y soy un espejo sentenciado a tu reflejo

Dios espera entre tus senos

¿Por qué sólo miras por la ventana?





Marea de luna


(Cuento para leerse a Blanco y Negro)



CAE LA TARDE: Se miraban. No hacían más que mirarse. Se perdían en sus ojos. Los aparadores se llenaban de lágrimas. Afuera llovía. Adentro la marea del sueño, de la necesidad de un cuerpo despertaba en Claudia. Seguían su camino, comenzaban una senda que para ellos no tenía fin, hasta el día que se volvían a ver. No hacían más que mirarse. Buscarse. Mirarse: la mirada es una herida abierta. Encontrarse para perderse. Ese era el motivo de su errancia: vagar por los cuerpos vacíos. Esas las cruces que cargaban en los ojos. Se perdían de nuevo. Se miraron hasta que la llamaron para que lavara los trastes. Fabián, afuera, no hacía mas que ver cómo el reflejo emergía cuando aquella muchacha se alejaba. Retomaba el camino a casa. No sin el intento de poner en claro qué significaba esa barrera transparente, esa muralla que los tenía separados.

¿Por qué esa pared desnuda era infranqueable? ¿Por qué Claudia, el Metro a casa y la distancia por las noches? ¿Por qué los cuerpos, la mudez de los cuerpos? ¿Por qué el antifaz de la carne es la desnudez? La música cruje en sus huesos. Es el dolor de no tener. Es el tiempo al mirarse. Sus dudas. ¿Por qué la muerte en cada imagen, en cada mirada, cada suspiro, en cada movimiento, como si dirigiera a los cuerpos? Las sábanas solitarias parecen desiertos. ¿Por qué Fabián de cada lado del aparador ve la inmensidad, el cuerpo inmenso de la soledad? Crecen los cuerpos inmensos de la necesidad, la luz de la luna como niebla donde nacen sus recuerdos en el agua en las manos de Claudia en el lavaplatos. Y las sábanas extendidas como garzas en vuelo. ¿Por qué el dolor en los hombros de Fabián por los tirantes de la mochila?

La sangre golpea sus arterias. ¿Por qué ese empuje que viene de afuera para trabar a los cuerpos? La luz de la luna es un imán para sellar un pacto desconocido y las sombras que los miran a ellos dos son los maullidos de los gatos como niños desde lejos. Claudia desde la salida de su trabajo busca la imagen de Fabián. Desde su cama cada noche. ¿Por qué las miradas ausentes de ellos son la forma de buscarse? ¿Por qué el agua de los charcos es la misma con la que talla en el negocio y suena en sus sueños? ¿Por qué sólo en el túnel del Metro mira Fabián el rostro de ella?

Claudia espera a su padre. No hace otra cosa que mirar a los gatos que se juntan en la puerta trasera del restaurante. Verlos subir las bardas y desaparecer. No volver. No podía imaginar su rumbo, su errancia: su destino. Tampoco busca responderse tales preguntas. Suena el claxon. Se detienen las luces del viejo auto. Ella lo aborda.

Fabián está por llegar a su casa y leer las fotocopias que le encargaron en el CCH, sin tener intenciones de saber cuál es la procedencia de los textos de Literatura Universal que le fueron conferidos para una exposición a la mañana siguiente.

 ¿Cómo te fue?

 Bien responde Claudia tratando de hacer entender al padre a su negación a más cuestionamientos. El padre guarda silencio. En es intervalo de tiempo el carro se detiene en un alto. Ella mira afuera, trata de encontrar aquel rostro, aquella silueta de Fabián, su faz blanca: busca su cara. Le sonríe a los que le sonríen. Su padre la mira pensando el reprochar las señales a los transeúntes. Ella por fin se da cuenta que no es él. Fabián no está ahí.

Llega la noche: ¿Por qué la noche, los sueños, las imágenes de los sueños, las calles que se convierten en otras y en otras ciudades? Los gatos desaparecen. ¿Por qué los miran y se van? Se quedan mirándolos porque son ventanas. Las miradas son ventanas. Los gatos son miradas. ¿Por qué en el sueño está esa misma pared transparente? ¿Por qué ella lo busca en todas las personas que ve? Él la encuentra entre las líneas de los textos y en las sábanas vacías. ¿Por qué ellos dos? ¿Por qué no su amiga Pamela o su ex novio Alejandro? ¿Por qué el silencio del cuarto? ¿Por qué el candor de la sangre que busca? Los párpados se cierran y la mente se abre: se buscan. ¿Por qué se platican secretos si no se conocen? Se miran. ¿Por qué hay tantos caminos en los sueños? ¿Por qué los sueños no son fines sino caminos? Se desnudan. Se tocan los rostros. El sueño los hizo encontrarse. Los dragones los siguen en sus besos. Los labios se tuercen. Las bocas se han vuelto dunas. ¿Por qué están encerrados en el sueño? El agua resuena detrás de ellos. ¿Por qué el silencio es un nido donde sólo existen ellos dos? Las garzas bajan y los miran tocarse y se hacen sábanas. ¿Por qué se apresan con las manos? ¿Por qué palidecían al tocarse? Se consumen los dos en la pequeña luna de octubre afuera de sus cuartos. Ella lo mira con ternura. ¿Por qué levanta Fabián el torso y se abren los caminos de la luz de luna que se alojan en sus cuerpos? Ella se convierte en oscuridad. Su abrazo diluye el tiempo. ¿Por qué ella es Claudia la que cierra los brazos y sumerge en su cuerpo a Fabián? Los gatos se han ido. Él la penetra. La hace subir y bajar. Ella sube y baja. Ellos tiemblan. El silencio brilla. ¿Por qué ellos son cuerpos? ¿Por qué son carne? ¿Por qué la carne se frota? Las piernas de Claudia se abren de nuevo y nace otra oscuridad. ¿Por qué él entra en esa oscuridad? La luna sólo observa. ¿Por qué se mece en el oleaje de esa agua de cada uno de los cuerpos y no cesan de moverse? ¿Por qué cuando se separan la luna es una lágrima que se seca en el cielo?

Amanece: Suena el despertador: 7:00 A.M. Las madres llaman a sus hijos. Los cubiertos en el desayunador están preparados: Ellos no. Jamás se mirarán igual: la humedad los delata.




Gilberto Lastra Guerrero (Torreón, Coahuila, 1977) poeta, narrador y periodista. Textos suyos se han publicado en varias revistas de circulación nacional, y en Brasil y Portugal. Cuenta con dos libros publicados Génesis del Holocausto, El Coloso y Óleos Imperfectos. Seleccionado para la Antología de Poesía Mexicana 2006, del Fondo de Cultura Económica a cargo de Pura López Colomé. Parte de sus libros se encuentran en la Universidad de Yale en los Estados Unidos.

Twitter @lastraguerrero

No hay comentarios:

Publicar un comentario