"Yo la vi el miércoles en la noche, salió de aquí como a las 10:30 de la noche, se fue al centro, la esperé toda la noche pero ya no regresó. Entonces la busqué el jueves y no la encontré hasta que se movilizaron mis familiares y fue cuando supimos que estaba muerta, nos enseñaron las fotos y fue del modo que la reconocimos”, responde la madre de Susana Chávez.
OCASO
He perdido la cuenta de tus huesos
introduciendo mi palabra al tiempo
entonces me fui a alguna parte
con el apetito dormido.
Fuiste tú el sitio del crimen,
quién me volvió clandestina melodía,
a quien contemplo mezclada de imágenes
sentada en una butaca del cine
para ver mí sombra.
Nos enredamos en el vacío
y de la nada surge tu boca
a desprenderme a Dios del aliento
en un espejismo que me brota
por un rumor indefinido.
Surges despuntando tu lengua
liberando a Sofía de tu interior.
Aquí estás, embalsamada,
casi real entre los árboles.
Pareces un chacal,
un alebríje que me conquista
más allá de lo intocable.
Te veo desatada en una ventana
alrededor de mi otra parte
dándole a mis ojos el cierre final.
A veces, también te veo
atrapada en un secreto
que duele entre mi carne.
Así voy avanzando paso a paso
tomando de una mano tu ruptura
y acariciando con la otra
los cabellos de alguien
por quien toco la magnánima vehemencia.
Así voy en mi misma
perdiendo la cuenta de tus huesos.
EN EL ÁRBOL DE LA VOZ.
A ciegas la luz vela
y unos ojos se abren para siempre.
Hablo del corazón frente a la muerte,
en el árbol de la voz, con un labio de tierra y otro
de noche,
con un corazón de polvo y otro de viento.
Hablo de este amor,
esta navegación entre la bruma,
este amor, este amor.
Cada silencio nos llevara a la palabra que nos
refleja,
y en mí toma cuerpo tu soledad,
en tu mirada ausente se deshacen los astros.
A veces te descubro en el rostro que no tuviste,
en la aparición que no merecías.
Y el silencio levanta la cabeza y me mira.
Esta vez volvemos de noche,
los árboles han guardado sus pájaros,
el cansancio estira su lengua para cantarnos al oído.
La noche llego en tu corazón,
tus ojos se cerraron en la llegada del mundo.
Y sin embargo, de alguna manera, todos lo sabíamos,
y algo parte en dos la memoria,
algo parte en dos a la mujer que peina su alma antes
de entrar al lecho solitario,
y parte también el tiempo de la noche,
como el vaso que cae de la mano de algún niño
asustado,
algo parte en dos lo que estaba partido.
Fantasmas
Sollozan.
Inundados en la certeza.
Entran en el aliento,
las palabras.
Para: A. A. B.
Siempre en tu sombra
comprendo un poco más a la palabra,
y ¿sabes?, también al silencio.
Siempre hay una compostura al desorden,
y mis pulmones reciben ahogados tu aire.
Siempre me sacas las palomas de los ojos con tus
historias,
volviéndome destiempo.
Me asombro cuando me vuelves pájaro, Sacándome de
pronto de entre tus ramas
y me haces escurrir gotas de sonrisas aun cuando
traigo el corazón de piedra.
Una piedra que con tu soplo se deshace.
¿Dime, quien te hizo?
Que bebistrajo consumió el carpintero
para tallar este sueño extranjero del mundo.
¿Qué materiales utilizo con tu alma?
Dime, con qué pasión se ensordeció
dándole corporeidad a lo que me hace renegar de la
muerte,
pero, pobre la muerte. Cuando escucha de ti solloza en
un temblor,
porque haz dejado preñada a la eternidad de tu
existencia.
Yo siempre recomiendo tu aire.
Tu aire de raza nocturna,
tu aire que convoca remolinos en el desierto,
tu aire, desgarrón de la palabra intrincada,
respiración sabia de Dios,
despierto por todas partes,
tu aire que siempre se deja respirar.
Ah, viejo, viejo!
Te has asociado con la armonía
y todos hemos caído de improviso a quitarte un fruto
de entre tus ramas.
Después, nada dijiste,
después, nada supimos decir.
y a mí, me haces aprender y olvidar tantas cosas
que ya no sé si tener o no memoria.
Siempre ando a la cacería de tu palabra hoja
y sacudo mis zapatos en la puerta de tu raíz de ese
sucio lodo llamado miedo.
Ya indetenible déjame decirte...
Perdón. Mi árbol más querido,
por obtener la madera con que me hice fuego,
haciéndote sangrar con mi hacha,
desdoblando, desvistiendo tu cuerpo
pero tus pájaros volaron una noche a mi designio
y fue inevitable.
Esos pájaros dolorosamente me picotearon el alma
y no pude soltar el hacha de mi mano,
y después al volver mi vista a ti.
Tú, plantado.
Ofreciéndome aún tus ramas bajo la tarde,
bajo la lluvia, tus frutos, tus pájaros.
Ay, mi árbol de blancos muñones.
El fuego que de tu madera hice aún está en el brasero
de mi alma.
Cada día lo mantengo vivo y lo cuido,
y canto, canto sin frío,
porque como tu madera
no hay otra en todos los mundos,
porque entre tu sombra
se comprende un poco más a la palabra,
y ¿sabes?, también al silencio.
LA RAIZ DE TU SALIVA
Poema a Arminé Arjona.
Ciertas palabras vendrán un día
a mover tu laberinto de imágenes
para robarle a el lecho tu cuerpo
estremeciendo otras palabras.
Tu pelo más largo atravesará el silencio
de un viento que levante el agua del mar
He escuchado tu rostro
solventar tus argumentos
donde hay frases de recuerdo
que peinan remolinos
Por eso escucho tus sitios
antes que mi frase se encorve
y tan sólo quede un zumbido
Ciertas palabras buscan tu boca
y devoran tu respiración
al sentirlas en la carne tomando vida,
ciertas frases te reconocen
contra ti misma. Por otra sangre,
por otros libros, por otras frases.
Amanece y te buscan luchando
doblando esquinas
rompiendo el vidrio de tu ventana,
están aquí como un fantasma
en busca de un deslumbrante nacimiento,
te aman y se dejan caer sobre ti
como un hombre cegado por el deseo
de tu cuerpo,
deseando tocar tu fondo
para producir el vértigo.
No quieren ser susurros
no quieren otro espejo,
quieren arrojarse a tus manos,
detener la noche,
separar tus muslos,
quieren romperse en tu voz,
para despertar la raíz de tu saliva.
Ciertas palabras te miran
como un niño perdido y lloroso,
ciertas palabras ven en ti su vuelo,
rondan el alrededor
de su propio deseo.
Sin Maria
Nunca la llamé Maria
preferi separarme la porción con la cual decidió
que todos abriéramos y cerraramos la boca.
Nunca comprobé si después de ella había una secuencia,
un fondo, una simpatía por acercarse y verme inmóvil,
rendida, teniendo la carne incontenible de miedo,
de no permitirme el encuentro con su sombra
que hiere mi cuerpo con sus ruidos,
enmedio de la noche.
Por eso cierro los ojos,
y con mis manos toco la tibia carne
de quien no huye de las garras de mis labios,
quien se inunda de susurros arrojados
y llena de cansancio a mi lado cae,
saliendo del fondo de mis ojos.
Otra mujer.
Definida, visible, palpable,
cierra las puertas que Maria dejó abiertas,
se mete en mí, atravesándome con su aliento,
mirándome partida en lágrimas,
no sintiendo miedo,
no pidiendo explicaciones.
Con ella,
sin Maria.
He calmado la sed con un vaso de mi prisa
líquido roto donde se encerraba una contra sí misma.
Contra sí misma...
Flotando...
en el fondo.

No hay comentarios:
Publicar un comentario