miércoles, junio 06, 2007

Enrique Carlos


Dos crisantemos muertos
y espejos en la lluvia

Enrique Carlos


Que manera de mirarme
cuando todo alrededor
cae derrotado,
tu piel es fuego silencioso
fuego silencioso tu voz
y tus ojos,
y yo que tuve que nacer
con el ama de madera.
Oh fogata, el corazón me arde
entre las manos,
que manera de mirarme
cuando todo en mi interior
cae derrotado,
tu olor es un amor muerto
a palos, a distancias
y yo que tuve que nacer
frágil como las alas
de una mariposa.

De crisantemo cielo

Sé que estás mirando las olas
crestas espumosas de nuestra sangre

Qué muro se levantó
que ya no puedo verte
llenándote la boca de magnolias
y de infancia

tigre líquido de la tristeza
sólo una lágrima viaja

vas dibujando en las arenas
cualquier cosa y´
cualquier cosa
será el emblema de los ahogados
tu corazón
menguado por el mundo

dime la verdad
cuántos pájaros te importan
cuántos violonchelos
repican
en mis palabras

sólo una lágrima mojará tu frente.

hay un hombre sentado en una roca
solitario en una playa triste
observa el infinito como un retrato
hablado de la melancolía

hay un hombre sentado en la guirnalda
se traga sus espinas con suspiros
algo le duele en la garganta

estoy sentado en una roca parecida al abandono
algo me duele a lo largo de tu espalda
hay una guirnalda sentada en este hombre

hubo un poema recostado en tu cintura
y algo que parecía una luz

algo que alguna vez


bajas en el polvo sobre todo
todo lo cubres

oh escarcha negra de blancura
bajas por mi cuerpo
subes por mi cuerpo calos fríos
que arremeten en suspiro

la lastimera ausencia
pan de tanta melancolía
alimentas mis palabras
tinta negra de mi pluma
sangre
de mi sangre pintando
un círculo alrededor tuyo

no vayan a venir los cancerberos
y nos confundan de tanto que te
nombro

no vaya a ser mi verso
taciturno vendaval
que deshoje las gardenias


brillo a contraluz desde la espuma
tras la cifra uve del abecedario
arden las nubes en la comisura
de tu abstractismo /flor de mi calvario

no hay hidalgo aprensado en la armadura
no hay rebato en mi voz de campanario
cae la nieve en su vil desgarradura
caen cegadas las aves en mi armario

umbría hasta los huesos de alborada
se oscurece tu eterna margarita
(silueta de fulgores sepultada)

umbral de mi nostalgia donde habitas/
te tengo tan metida en la mirada
que todo lo que miro
se marchita

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