Mañana, será el cristal que destrozó la mano fría de enero, lamento
amplio, fantástico y absurdo, debajo del ala donde crece el alma que trajo y
olvidó darle un barco con luna, una isla donde refugiar duendes y un muelle que
la recibiera desde sus ausencias con nardos y el canto de otras marismas. Un corazón tiene su yo, no el que
muestran espejos y distorsiona el alba, si no el que trae preso sin glorias y
sin futuro. Hoy es mañana o cualquier hora enredada en soles y tinieblas, sabe que,
en cada noche, un cielo de ojos negros no baja y canta con su vestido sencillo,
donde la soledad extiende su voz de faro.

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