LEOPOLDO MARÍA PANERO: LA
PERFECTA VENGANZA DE ESCRIBIR
por ANDREU NAVARRA
"El enemigo es el hombre
y soy pastor del excremento señor único de la nada rey del viento página en que
ladra un perro" La instalación en la negación de todo implica la
construcción de un discurso caracterizado por su oposición frontal no sólo a la
tradición sino también a toda posible reacción renovadora: el yo no existe, el
ambiente literario es una farsa y ojalá no existieran textos. Esta noción de
que no se puede innovar diferencia la poesía de Leopoldo María Panero tanto de
los discursos partidarios de la comunicación como de los que ambicionan el
máximo hermetismo. Nuestro autor no quiere ser postmoderno ni poeta de la
experiencia: sólo desea depurar sus negaciones, figurar al margen de cualquier
interpretación. "Poco o nada de mi experiencia te interesa: quieres saber
tan sólo de esa ficción que se creó por intermedio de otro, esa entidad,
llamada "autor" que te sirve para digerirme, esa imaginación pobre
("Leopoldo María Panero") que ahora devoran unos perros. […] Digamos
que ese golem nació hace unos años, con motivo de una ficción más amplia aún y
más burda, que llamóse "generación", ficción esta última a la que dio
pie José María Castellet con su antología de presuntos infames, llamada
novísimos. […] Nada mejor que no ser oído. Nada mejor que, en esa exhibición,
no ser visto. Que esa persona que de sí misma reniega, que este texto para
celebrar su muerte establezco, que todo esto te ahorque por fin a un lugar que
no existe." En la lucha entre los partidarios del fin de la literatura y
quienes piensan que una vuelta al discurso conceptual es tan posible como
deseable, Panero se sitúa más allá de los que pretenden destruir el lenguaje,
puesto que él parte de un idioma reconstruido ya a partir de las cenizas de la
revolución que propugnó a priori. En otras palabras, 3 mientras existe la
dialéctica entre los abanderados de la inefabilidad y los posibilistas de la poesía
cercana, nuestro autor se ha situado en un limbo alternativo que no quiere
manifestarse sobre ninguna bandería porque se sabe autosuficiente: "Una
oscura navaja en las gargantas, cortar la lengua del que diga más de lo que
urge, del que hable por hablar y no se haya previamente quemado la lengua, con
la antorcha." Para nuestro autor resulta inconcebible escribir desde algún
lugar no maldito: la maldición no es un pretexto literario, ni un
acompañamiento eficaz, sino el motor esencial de la escritura. El discurso
poético surge, por lo tanto, de las cenizas posteriores a la extinción de las
palabras y no del incendio libertador, la ruptura. Ésta ya ha quedado atrás, es
un asunto concluido. Mientras los seguidores de la estela de Gil de Biedma
siguen alimentándose de las vivencias como cantera última de la poesía, y de la
exploración de los bordes del abismo ontológico sigue surgiendo el discurso
místico de lo inefable, Panero únicamente sigue adelante en su particular
aventura a través de motivos iconográficos extraídos del Romanticismo. Nos
encontramos ante un autor que reflexiona constantemente sobre la naturaleza de
la poesía, y que no abandona nada a la arbitrariedad o la contingencia de lo
que dicta la inspiración. Como Poe, Panero cree que la razón no sólo es capaz
de engendrar el discurso poético sino que además lo organiza correctamente y le
confiere su particular poder de seducción introduciendo algún elemento insólito
en la percepción de la realidad que el lector se verá forzado a construir. La afición
de nuestro autor a la literatura clásica de terror no es únicamente una
afinidad del gusto: Panero aprende de Poe, Lovecraft, Nerval y Ambrose Bierce
los procedimientos técnicos necesarios para causar inquietud, e incluso
horrorizar y escandalizar. "La imaginería exótica, retorcida, sigue una
técnica: la de contrastar la belleza y el horror, lo familiar y lo unheimlicht
(lo no familiar, o inquietante, en jerga freudiana). Blake, Nerval o Poe serán
mis fuentes, como emblemas que son al máximo de la inquietante extrañeza
[...]" 4 En la entrevista que publicó Federico Campbell en 1971, Panero
declara que dos son las posibles corrientes por donde puede avanzar la poesía:
"Yo creo que en este momento sólo hay dos rutas: una que parte del surrealismo
y otra que nació en Mallarmé. El grupo de los Novísimos oscila entre estas dos
líneas. La diferencia entre las dos es la misma que existe entre algo que no
quiere decir nada, y algo que quiere decir nada. Lo primero puede ser
inconsciente y no reflexivo; lo segundo necesita ser reflexivo." La
definición puede resultar demasiado esquemática, pero resulta sumamente
interesante observar cómo Panero intenta desmarcarse de sus compañeros de
generación afirmando una poesía basada en la conciencia de por qué ruta se está
transitando. Más adelante, en la misma entrevista, el autor declarará no
sentirse defraudado con lo conseguido en Así se fundó Carnaby Street, su primer
libro, pero sí sentirse ya en desacuerdo con la poética que lo caracterizó. En
otras palabras, Panero desea situarse en la ruta de quienes recorren los bordes
de la nada para describirla, alejado del automatismo que observa, por ejemplo,
en Gimferrer (y que el propio Gimferrer confirma). No es que desprecie la
poesía aleatoria, sencillamente cree que sólo el deber de forjar un idioma
personal podrá desvincular el objeto artístico de todo lo que podría
identificarse como fruto de una época, como producto gregario o de taller. De
ahí que Panero defienda no diluir los significados de su poesía, pero renuncie
a que la sociedad pueda asimilarlos y etiquetarlos como resultado de una
estética reconocible. Por eso cita tantas veces a quienes le influyen
(Mallarmé, Cavalcanti, De Quincey, Saint-John Perse), y a veces hasta los
adapte según su particular visión del plagio. No le preocupa que el lector
identifique la fuente de sus propuestas, sino que pueda manipularlas para
etiquetarlas bajo un membrete grupal. Panero busca afirmar su personalidad
negando a través de un discurso radical y afirmando a quienes considera sus
predecesores. El poeta, en una inversión total de todos los valores, se vale
únicamente de los materiales que causarán horror y repugnancia al lector. Si el
poema escandaliza, cumple con su función ética. Si consigue que un lector capte
su belleza intrínseca, suspendiendo todo juicio moral, el poema triunfa en su
dimensión estética. Pero si, a la 5 vez, el poema es aceptado tanto por su
factura literaria como por su visión alternativa de la vida humana, el éxito es
completo. En último término, Panero se propone plantear una forma de vida
abrazada al odio y la crispación contra la vida humana y, muy especialmente,
contra España y su particular forma de reprimir los instintos. La locura es
sólo una forma de razón incomprendida capaz de aportarnos la clave de la
aceptación de la miseria y el mal. Los personajes de la narrativa de Panero
disfrutan de las atrocidades, gozan sufriendo, torturando y asesinando.
Paralelamente, la poesía paneriana trata de que nos seduzcan el vicio, la
violación, el crimen, el satanismo, la sodomía. Escribir un poema debe ser un
acto obsceno. Causar una impresión penosa es ya la única excusa para romper el
cómodo silencio y construir un discurso posible. La escritura se asocia
constantemente a la defecación y a los actos más viles imaginables. En vano, el
lector (y los últimos reductos de conciencia convencional del poeta) intentan
refugiarse en un silencio que los escude de sus propios deseos morbosos de
introducirse en un mundo de dolor y lascivia, sin éxito. El acto de la escritura
se asocia a las actividades más perseguidas por la comunidad humana: "Ah,
belleza del miedo que en vano invoca al silencio, y escribo el poema como un
viejo que acariciase a una mujer." "Ah la verdad obscena del poema
ingenuo sapo que vas a morir en el poema verdad del asco y verdad de la
vida." "yo que todo lo prostituí, aún puedo prostituir mi muerte y
hacer de mi cadáver el último poema." Así pues, todo lo que repele a la
sociedad y el individuo educado (la presencia de los muertos, lo excretado, la
vejez, la sexualidad salvaje y sadomasoquista, la coprofagia, lo satánico, los
cultos de la magia negra, las sabidurías irracionales) es aprovechado por
Leopoldo 6 María Panero e introducido en el poema para experimentar hasta qué
punto puede conseguirse belleza a través de elementos corruptos y
manifiestamente nocivos. Carnero reflexionó una vez sobre este curioso poder de
la podredumbre para engendrar belleza, en el poema Erótica del marabú. Esta
composición, que forma parte de El sueño de Escipión (1971), presenta el caso
de una de las aves más bellas del mundo cuyo magnífico plumaje es producto
indirecto de la carroña de la que se alimenta. El cadáver posibilita el plumaje
más apreciado. El poeta vendría a ser como el marabú: un procesador de residuos
capaz de destilar lo corrupto para exudar lo artístico. La senda de la vileza y
el máximo pecado es la única vía que puede conducir a la imperturbabilidad de
la santidad, tal y como proponen las filosofías de Cioran y del budismo
(siempre que el mal sea el verdadero destino de un alma, apartarse de ese
camino resulta una inautenticidad que aparta de la Iluminación). La Iluminación
es negativa en las tradiciones orientales: se accede a ellas a través de la
negación del "yo" y del desprendimiento de todas las emociones
humanas. Obstinarse en el cultivo de lo antihumano sería, por lógica, el mejor
camino para llegar a la desaparición absoluta, que es lo que anhela el santo
búdico. Panero, sin acogerse a ninguna filosofía oriental, ni siquiera cree que
se pueda morir del todo honrosamente, cree que morir representa un gran
esfuerzo, que hay que trabajar infinitamente para ser destruido: ni las drogas,
ni la enfermedad ni la acumulación de materia repugnante bastan para acabar con
un ser penosamente obstinado en existir. En este esquema, la poesía es una
forma de exhibir la tortura a que nos somete el hecho de vivir. Esa exhibición,
conscientemente artificial y falaz, hace más llevadera la existencia, porque
permite la venganza contra el hecho de haber sido creados: "Y que este
encuentro firme ese poema, este feto de ángel, esta excusa para no terminar hoy
con mi vida." La entrega a la consumación del mal es el acto más puro que
puede realizar el ser humano porque toda noción de bondad es de una hipocresía
insoportable. Sólo puede alcanzarse la santidad y la calma 7 espiritual por el
camino del máximo pecado y la suprema rebaja de la condición humana. "Oh
perfecta blancura del diablo Señor de la mierda y de la muerte Cadáver que se
desliza Sobre tus tetas, que tapa como el perro Con tierra sus heces Oh tú,
perfecta venganza de escribir -el crimen moral al que se llega por
escrito-" La poética general de Panero se basa en la excepción opuesta a
la "normalidad" propugnada por algunos poetas de las últimas generaciones,
como Carlos Marzal, Luis Alberto de Cuenca, Jon Juaristi o García Montero, cuyo
lema de una conferencia leída en 1992 era: Frente a la épica de los héroes o el
fin de la historia, prefiero la poesía de los seres normales. La preocupación
por los efectos de las rutinas contemporáneas sobre la persona es un tema
central en esta poesía intimista, aunque, como en el caso de Marzal, coexista
con cierta vocación metafísica. Lo cierto es que Panero se ha mantenido fiel a
su épica del héroe maldito, ha evangelizado sobre el fin de la historia y de la
literatura y no se ha pronunciado sobre ningún ser normal, escudado en una
realidad poética aislada de toda vivencia. La vida, en lugar de mostrar su cara
habitual, se convierte sistemáticamente en un hervidero de turbulencias y
fantasías atormentadas. No interesa la existencia moderna constantemente
cercada por la alienación: el discurso nace enajenado ya de raíz: "La vida
es un borracho una ebriedad de espanto un lugar en el cieno una ebriedad de
lodo que cae de mi boca, formando el poema." "Hay que conquistar la
desesperación más intransigente para llegar a las formas más duras y vacías
para construir nuestro castillo" A través de las décadas, nos parece que
serían cuatro las tendencias estilísticas y compositivas mostradas por nuestro
autor. 8 Estas cuatro tendencias no son sucesivas ni se pueden agrupar en
libros homogéneos: sencillamente se trata de una clasificación orientativa que
podría servirnos para entender mejor las propuestas panerianas. No se trata,
pues, de adhesiones ni de evoluciones, sólo de tipos de poema cultivados a lo
largo de más de treinta años de dedicación al género. En su primer libro
extenso (en 1968 apareció la plaquette no venal titulada Por el camino de
Swann), Así se fundó Carnaby Street (1970), nuestro autor practica una poesía
muy cercana a la de los tres libros de Ana María Moix: Baladas del dulce Jim,
No time for flowers y Call me stone. Se trata de una poesía en prosa, cortante
y juguetona, basada en la recreación de grandes mitos de diversa procedencia:
cine, cómics, subculturas y prensa sensacionalista. Conviven personajes
ficticios como Peter Pan junto a figuras históricas despersonalizadas por su
excesivo carisma, como Bécquer o el Che Guevara. Los recursos utilizados en
esta poesía fundamentalmente lúdica parten de la ruptura con la forma habitual
del poema. En muchas ocasiones (ver, por ejemplo, La crucifixión, El poema del
Che o Escepticismo del Vaticano en torno a un supuesto milagro), el título
guarda muy poca relación con el contenido, o directamente, como en algunos
cuadros de Magritte, no existe relación entre ambos, creándose el efecto
poético por la inadecuación entre significante y significado. Otras veces, en
la más fiel tradición vanguardista, el lector asiste a micronarraciones que
condensan todo el contenido de una novela en un solo poema. Pero esta primera
modulación no se repite en ningún libro más, se extingue en la obra de Panero
sin dar más frutos. A partir de Teoría (1973), surgen una nueva tipología de
poema que dominará, fundamentalmente, los años setenta. El gran modelo de los
poemas más extensos de Panero, como no podía ser de otro modo, lo encontramos
en los Cantos de Ezra Pound. En sus largas tiradas de versos deliberadamente
carentes de estructura y, en ocasiones, deliberadamente absurdos, se inicia la
reflexión sobre la locura entendida como una aventura hacia la vivencia
radicalmente alternativa a la habitual. El discurso se corresponde con el deseo
de alejarse de toda dicción coloquial, 9 instalándose en un fluir incesante de
imágenes inconexas. Es en estas largas letanías de alucinaciones (ver El canto
del llanero solitario) donde nuestro autor se aproxima más a la imprecisión
semántica propia de la poesía de Aleixandre, sólo que mucho más acusada. Una
cita de Derrida empleada por el propio Panero nos orienta hacia una de sus
aspiraciones principales, la de acercarse más que nadie antes al absurdo: Todo
poema corre el riesgo de carecer de sentido y no sería nada sin ese riesgo.
Poetas como Ferrater, Gil de Biedma, Barral o el mismo Aleixandre se habrían
parado en la frontera que Panero no tiene reparos en traspasar, el límite de la
inteligibilidad. A Panero no sólo no le preocupa no ser comprendido, sino que
en este tipo de poemas busca describir la no significación, definir el espasmo.
Sin embargo, nuestro autor llama la atención una y otra vez sobre el hecho de
que su poesía en ningún momento explota el automatismo ni el absurdo, porque no
es lo mismo confiarse a un azar sugerente que trabajar un idioma de la negación
que consiga trabajar con las lagunas inexploradas del lenguaje. Más adelante
retomaremos este cabo de nuestra argumentación. Desde Narciso en el acorde
último de las flautas (1979), una parte importante de la poesía de Panero se
orienta hacia una depuración léxica y semántica y hacia otros modos no tan
acumulativos de concebir la página poética. Aparecen una clase de poemas que
llamaremos autobiográficos, más reflexivos y mejor estructurados. ¿Es
casualidad que cuando Panero decida orientarse hacia una poesía más reflexiva e
intimista se refiera a Narciso en el título de su nuevo libro? Quizás esta
poesía autobiográfica contenga las muestras de mejor factura literaria que nos
ha dejado el autor. Poemas como El beso de buenas noches, Los amantes ciegos o
la composición sin título que le sigue, por citar tres ejemplos bien acabados,
exploran la relación del poeta con su propia experiencia de la vida, de un modo
sumamente indirecto pero a la vez eficaz. Incluiríamos en este tipo de poesía
todas aquellas muestras de pensamientos teológico-filosóficos con que nos acaba
acostumbrando Panero, puesto que sus recurrencias temáticas sobre dioses, el
diablo, las figuras paterna, materna y fraterna y los crímenes no son más que
formas correlativas de expresar determinados estados de ánimo a través de
silogismos e invocaciones llenas de tensión y malestar. De repente, la
experiencia 10 de Panero puede interesar al lector, algo que no podía ocurrir
en 1973, cuando Panero escribía su prólogo a Teoría. Junto a esta corriente
empieza a cobrar cada vez más relevancia el tipo de poesía breve y conceptual
que acabará monopolizando la producción en los años noventa hasta los últimos
libros. Los poemas cada vez más breves y densos conforman la cuarta tendencia
que estudiaremos, que abarca haikús y todas las variaciones sobre imágenes
insólitas que al autor le gusta combinar. La influencia libresca de la
literatura romántica, lejos de decaer, se acrecenta. Los poemillas que viene
cultivando el autor desde hace diez años representan una notable labor de
depuración léxica. El paisaje de la literatura fantástica y de terror (lagos,
cipreses, bosques, turbulencias, viento) aparece como en la canción tradicional
galaico-portuguesa aparecía la naturaleza: de forma sesgada y por breves alusiones,
pero no por eso con menos relevancia, pues el paisaje actúa en consonancia con
el estado anímico de la voz poética. Los versos se hacen monótonos y obsesivos:
los motivos son siempre los mismos combinados de diferentes formas con el
objetivo de obtener una mayor eficacia estética. En ocasiones, alguno de los
elementos recurrentes, sea paisajístico o presencial, adquiere la categoría de
símbolo. Es el caso del viento, del ciervo, del sapo, del ano y del propio
poema. El viento se erigirá como nombre de la nada o de lo que tiene vocación
de desaparecer, como Panero mismo indica en una nota a su poema En mis manos
acojo los excrementos. El ciervo y el sapo, si se acogieran a su significado
tradicional, podrían indicar santidad y terrenalidad, lo que los convertiría en
dos sinónimos muy próximos de liberación espiritual. El ano vendría a designar
todo lo referido a la sexualidad, entendida siempre como una actividad
perseguida donde lo esencial es reaccionar contra los lenitivos culturales que
condenarían su uso para la cópula y también la coprofagia. El poema designaría,
por metonimia, todo lo que rodea al acto de escribir. La riqueza residiría en
el hecho de relacionar cualquier símbolo elemental y recurrente con la realidad
sobre la que se desea poetizar. Así, por ejemplo, en el libro Heroína y otros
poemas (1992) la droga es liberadora, espiritual y nociva a la vez (es decir,
beneficiosa): es un ciervo que recorre las venas del cuerpo humano. 11 Los
últimos tres libros de poesía publicados por el autor (Los señores del alma,
Águila contra el hombre y Conversación) están formados ya únicamente por poemas
breves de este cuarto tipo. Y es que parece que, con el tiempo, la temática
paneriana se ha ido reduciendo a la vez que se reducían la extensión de los
poemas y la capacidad de maniobra estética que todo planteamiento radical
conlleva: el gran tema obsesivo que ha vertebrado toda su escritura y ahora ha
llegado a monopolizar sus versos es el ataque a lo humano, el insulto hacia
toda actividad o atributo propios de un ser despreciable que debería
desaparecer. Así, por ejemplo, en esta composición que, además de una nueva
diatriba contra el hombre, también ofrece una visión esperpéntica y
expresionista de lo urbano: "AUTOBÚS Culo contra culo el único espejo es
el culo erupto contra la vida el hombre es un asno de circo." Antes de
terminar nos parece de rigor preguntarnos acerca de la enfermedad mental de
Leopoldo María Panero, porque quizás se suelen asociar demasiado ligeramente
sus sugerencias a la locura fisiológica. ¿Hasta qué punto sus hallazgos
poéticos son fruto involuntario de su mente? ¿Dónde empieza su exigencia
estética y dónde acaban las limitaciones mentales del creador? En sus ensayos,
Panero ataca a toda la psiquiatría y la acusa de lo que ella le acusa. Cree que
escapándose de los sanatorios, el hombre escapa de su verdadera locura. Sin
embargo, no deja de ser consciente de que su mente es diferente a la de los
demás, lo cual convierte a la paranoia y a la esquizofrenia en una ventaja. La
locura es la virtud capaz de integrar toda la realidad (todo lo que el cuerdo
identificaría como beneficioso pero también todo lo nocivo) en una visión
alternativa orientada hacia la aceptación de todos los instintos. Es evidente
que la poesía se beneficia de esta amplitud de valores éticos, porque el
discurso puede referirse a realidades prohibidas con espontaneidad, sin la
falsedad de una postura intelectualizada o fingida. Hable de lo que nos hable,
la voz de Panero es la de un vividor experto: donde muchos sólo pueden aportar
un tono crispado postizo, él puede hablar seriamente de lo que conoce y puede
también escribir 12 una poesía normal, alejada de especulaciones comerciales
sobre su recepción por parte del público. Por eso el público la acepta,
responde a su llamada y mantiene su figura de culto dentro del círculo
intelectual. Panero no dice nunca que no quiera ser leído, no miente: al
contrario, desea siempre hacer llegar a más personas su mensaje contra el
hombre y, sobre todo, contra sus convenciones insulsas. Así lo expresa, entre
incoherencias, cada vez que concede una entrevista.
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