El
águila, el cuervo y el pastor
Lanzándose
desde una cima, un águila arrebató un corderito.
La
vio un cuervo y tratando de imitar al águila, se lanzó sobre un carnero, pero
con tan mal conocimiento en el arte que sus garras se enredaron en la lana, y
batiendo al máximo sus alas no logró soltarse.
Viendo
el pastor lo que sucedía, cogió al cuervo, y cortando las puntas de sus alas,
se lo llevó a sus niños.
Le
preguntaron sus hijos acerca de qué clase de ave era aquella, y les dijo:
-Para
mí sólo es un cuervo, pero él se cree águila.
Pon
tu dedicación en lo que realmente estás preparado, no en lo que no te
corresponde.
El
abeto y el espino
Disputaban
entre sí el abeto y el espino. Se jactaba el abeto diciendo:
-Soy
hermoso, esbelto y alto, y sirvo para construir las naves y los techos de los
templos. ¿Cómo tienes la osadía de compararte a mí?
-¡Si
recordaras -replicó el espino- las hachas y las sierras que te cortan,
preferirías la suerte del espino!
A
veces la fama no es conveniente.
El
asno y la perrita faldera
Un
granjero fue un día a sus establos a revisar sus bestias de carga: entre ellas
se encontraba su asno favorito, el cual siempre estaba bien alimentado y era
quien cargaba a su amo. Junto con el granjero venía también su perrita faldera,
la cual bailaba a su alrededor, lamía su mano y saltaba alegremente lo mejor
que podía. El granjero revisó su bolso y dio a su perrita un delicioso bocado,
y se sentó a dar órdenes a sus empleados. La perrita entonces saltó al regazo
de su amo y se quedó ahí, parpadeando los ojos mientras el amo le acariciaba
las orejas.
El
asno, celoso de ver aquello, se soltó de su jáquima y comenzó a pararse en dos
patas tratando de imitar el baile de la perrita. El amo no podía aguantar la
risa, y el asno, arrimándose a él, puso sus patas sobre los hombros del
granjero, intentando subirse a su regazo. Los empleados del granjero corrieron
inmediatamente con palos y horcas, enseñándole al asno que las toscas
actuaciones no son cosa de broma.
Los
celos pueden ser muy dañinos.
El
atún y el delfín
Viéndose
un atún perseguido por un delfín, huía con gran estrépito. A punto de ser
cogido, la fuerza de su salto lo arrojó, sin darse cuenta, sobre la orilla.
Llevado por el mismo impulso, el delfín también terminó en el mismo sitio. Se
volvió el atún y vio al delfín exhalando el último suspiro.
-No
me importa morir -dijo-, porque veo morir conmigo al causante de mi muerte.
Sufrimos
menos las desgracias compartidas con el causante.
El
buey y el mosquito
En
el cuerno de un buey se posó un mosquito.
Luego
de permanecer allí largo rato, al irse a su vuelo preguntó al buey si se
alegraba de que por fin se marchase.
El
buey le respondió:
-Ni
supe que habías venido, ni notaré cuando te vayas.
A
veces no somos tan importantes como creemos.
El
águila de ala cortada y la zorra
Cierto
día un hombre capturó a un águila, le cortó las alas y la soltó en el corral
junto con todas sus gallinas. Apenada, el águila, quien fuera poderosa, bajaba
la cabeza y pasaba sin comer: se sentía como una reina encarcelada.
Pasó
otro hombre que la vio, le gustó y decidió comprarla. Le arrancó las plumas
cortadas y se las hizo crecer de nuevo. Repuesta el águila de sus alas, alzó
vuelo y apresó a una liebre para llevársela en agradecimiento a su liberador.
La
vio una zorra y maliciosamente la mal aconsejaba diciéndole:
-No
le lleves la liebre al que te liberó, sino al que te capturó; pues el que te
liberó ya es bueno sin más estímulo. Procura más bien ablandar al otro, no vaya
a atraparte de nuevo y te arranque completamente las alas.
Siempre
corresponde generosamente con tus bienhechores,
y por prudencia mantente alejado de los malvados.
y por prudencia mantente alejado de los malvados.
El
cisne tomado por ganso
Un
hombre muy rico alimentaba a un ganso y a un cisne juntos, aunque con diferente
fin a cada uno: uno era para el canto y el otro para la mesa.
Cuando
llegó la hora para la cual era alimentado el ganso, era de noche, y la
oscuridad no permitía distinguir entre las dos aves. Capturado el cisne en
lugar del ganso, entonó su bello canto preludio de muerte. Al oír su voz, el
amo lo reconoció y su canto lo salvó de la muerte.
No
actúes sobre alguien sin conocer su verdadera identidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario