Del Libro En la Orilla
4.
Algo golpeaba en el mar, algo como una reverberación en su hora. Aves de yeso se alejaban demudadas, encogidas de hombros. Algo golpeaba: un despertar o huevo, cierto malestar en la superficie, furor orquestal… Yo volvía de la espuma, oía voces en las olas y no quise mirar atrás. Algo golpeaba con fuerza tras mi espalda y no quise mirar. Me alejé prudentemente de la orilla hacia otros médanos. Alguna razón debía tener el mar para estar así.
8.
Un puerto. Un perro. Farol tumbado. Luz pesada sobre sogas de gordos nudos marineros. Sombras de velámenes que oscilan lápices cruzados. La luna baja en un responso: luz quebrada entre los barcos. Pasa un hombre vestido de paraguas. Viejo, muy viejo. El perro da sus flechas a la noche. A su lado, soy un fantasma con sombrero.
9.
Ese calamar que se pregunta por qué tiene tinta si él no escribe, tiene una poesía continua, irrefrenable, contra los males de este mundo.
25.
Caminar la orilla, efímero, salvaje, sin perplejidad, sin apuro. En mi sombra va la muerte. Toda sombra, cualquier sombra tiene forma de la muerte.
30.
Entre isla muy tuya e isla mía fracasan astros obstinados. Ellos encienden su misericordia en el invierno áspero. Hago la soledad en ropas apretadas. En el humo de la taza de café hay más espera que un país. Animal con miedo, me agarro de la taza fuertemente para no caerme al vacío.
33.
Bendito histrionismo de las manos. Alucinación momentánea al descubrir una tercera mano, la tuya, en el solitario juego de las sombras chinas.
34.
Y tus piernas eran más largas que el día sin tus piernas. Y yo era cursi, como ahora. Me calzaba en las palabras una flor de un rojo carmesí como en los boleros. Tiritaba ante la proximidad de tus pasos. Regurgitaba aplausos del perfume de tu piel como si me hubiese tragado un violín, o dos, una comparsa de maripositas o qué. Y después tus piernas eran largas como la noche sin vos.
51.
Un hombre solo, vastísima región de voces y cencerros, suma fresca de pasiones, acopiadas cifras del dolor, compendio de cosas o memoria, completamente solo. Solo de una soledad que cierra las cortinas, los párpados, que pone los ojos para adentro, que junta las manos sobre los leños encendidos, que deja la cama sin tender. Solo, con la foto de una mujer querida. La voz de esa mujer en el callar de la noche, su callar en la voz abismal de la penumbra.
63.
Orinar entre palomas que sumergieron su hambre en un puñado de migas de pan. Vaciar el macho en ese chorrito, ser agua en el sonido del agua, ausentarse hasta del tacto del dedo índice y el pulgar direccionales. Derrumbarse en la belleza de esas viejitas encorvadas, de alas vivaces, con canastas de mano. Enmudecer. Quedarse en blanco. Ya sin piel para aire, ya sin carne. Sentirse de más como hombre, como género.
75.
Musa, dulce veneno, divina impostora, me mostrás tus velos infinitos, me llenás de ojos para que no vea sino tus relámpagos azules, me llamás de urgencia a las dos de la mañana. Y de golpe me veo oyendo lo que no es, y ya estoy otra vez pendiendo de un hilo, en el borde de un nuevo abismo.
94.
En soledad, en sudor, en semen, en sopor, en sangre calma te celebro. Abro los ojos y no enciendo. Me quedo en aguas muertas y callo. Callo como de una boca en otro lado. Será otro, otra cosa lo que hable por mí.
95.
Ser en la noche el que ovilla el viento. Ser en la noche el que deshoja las palabras.
111.
Nada por decir, por escribir. Abulia frente a las comas, ante la picazón de espalda. Horizontalidad de lombriz, cabeza dentro de un pozo. Todo en no, en nada; anticipos o fetas de muerte. Las alas a los lados de ese caballo, invisibles, fatalmente ausentes. La ventana que hice donde no había casa. Y descubrir que la bolsita que me golpeó la cara, inflada por el viento, ya no tiene su paracaidista.
126.
El mar se oye como una pregunta. La mañana es clara como si en ella se reflejara otra más bella y alta. Parado en arenas de clepsidra, agoto mi tiempo. Más allá de tu ausencia, siento que es tu vestido alegre el que no ha venido a verme.
130.
La sensación de haber rasgado todas las verdades hasta la última mentira. La sensación nada más, sólo eso. La mentira se emperifolla, se viste de fiesta. La verdad es una fiesta a la que no hemos sido invitados.
139.
Donde hice nido brota la devastación. He sido llamado a sobrevivir toda la vida, a ser, nada más, arquitecto de mi sombra.
143.
Y sos agua de la que no podré secarme nunca.
La eterna
La mala poesía la buena la excelsa
es algo que no puedo distinguir
ahora que estoy ebrio recitando lugares
para no nombrarte vos que estás escrita
en el aire a fuego indeleble y ojalá el viento
te borre se ponga las ropas del olvido.
Pedido
Vamos, quitame esta tristeza.
Poné tus labios en mi boca.
Que yo no sienta mi cuerpo
en esta calle. Que pueda ser
otra cosa. Jugarme, por ejemplo,
a tierra o cielo en las nervaduras
de las hojas.

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